Con el autor acompañado por Manel Rodríguez-Castelló, poeta y prologuista del libro.

Ni el agnus Hominis ni «una voz que grita en el desierto», ni tiempo de adviento ni pentecostés, pues. Estos apuntes del carnero son la desazón de anotar un νόος, una mente, y de refrenarle la inclinación a la disipación psíquica: anímica. Poco más. O sí. Que puede que a veces «El monje negro», de Chéjov, le haga la garra-gara con capciosas tautologías: “—Piensa lo que quieras —dijo el monje, e hizo una sonrisa discreta—. Existo en tu imaginación y tu imaginación forma parte de la naturaleza; por tanto, existo en la naturaleza. […] Amigo mío, las personas sanas y normales son únicamente los mediocres, gente del rebaño”.

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