«De pequeño me encerraba en mi habitación y me vestía con la falda verde de mi madre. Me adornaba el pelo con flores, me maquillaba, y bailaba a escondidas. Ese baile era impensable fuera de esas cuatro paredes». De esta memoria íntima de la infancia nace Viva, en unas circunstancias, donde reglas sociales y artísticas, imponen de algún modo a que el artista deba manifestarse según su género. Después de que la ilusión el deseo y la necesidad, se hayan visto aislados, permaneciendo en silencio durante años, ¡Viva! ve la luz, rememorando esos instantes. Dejando abierta esa puerta que separa, lo que se convirtió en privado con el público. Un grito a la libertad de la transformación, que no siempre implica una manera de enmascararse, sino más bien una desnudez. En clave de celebración, Liñán propone la pluralidad del baile, las distintas formas y la singularidad de cada una de ellas. Junto a seis bailadores-bailarines, que serán los encargados de explorar y bucear en este universo fascinante del travestismo, exponiendo así, la parte formal de estas identidades, que forman nuestra propia naturaleza.

«Queremos bailar, punto y final»