La entrada de la Wikipedia dedicada a Shia LaBeouf es de lo más jugosa; incluye agresiones, adicciones, detenciones, infancias traumáticas, paternidades envueltas de misterio, identidades suplantadas, numerosos episodios de plagio, sucesivas caídas en el infierno y consiguientes intentos de rehabilitación. Sería la base perfecta de una película apasionante o, al menos, de una mucho mejor que la que el actor ha presentado hoy en Venecia fuera de concurso, y que supone su regreso a la interpretación desde que en 2020, tras ser acusado de abusos sexuales y psicológicos por parte de su exnovia la cantante FKA Twigs, se apartara de la profesión temporalmente.

Y lo cierto es que, al menos sobre el papel, ‘Padre Pío’ resulta atractiva por varios motivos. Su director es Abel Ferrara, cineasta ocasionalmente estimulante y siempre imprevisible; y su personaje principal es Pio da Pietrelcina, posiblemente el santo más reverenciado de Italia, a quien se atribuyen sanaciones milagrosas y episodios tanto de levitación como de bilocación y cuya biografía, además, está aderezada de posibles relaciones con mujeres e irregularidades financieras. Sin embargo, muy poco de eso aparece en ‘Padre Pío’.

Con Dios y con el diablo

La película sitúa en el transcurso de unos días de 1920; después de haberse dado a conocer en el seno de la Iglesia tras afirmar que sufrió estigmas, el joven sacerdote llega a un pueblo llamado San Giovanni Rotondo para recluirse en un monasterio capuchino, desde el que establecerá un diálogo tanto con Dios como con el diablo; en las calles del lugar, entretanto, los primeros compases del movimiento socialista provocan tanto una huelga de trabajadores y campesinos como una posterior victoria electoral obrera contra la que los terratenientes y las viejas autoridades reaccionarán violentamente: en octubre de ese año, un tiroteo por parte de la policía se saldará con 14 muertos y 80 heridos.

Ferrara se muestra mucho más interesado en recrear esos hechos históricos que en prestar verdadera atención a su personaje titular, a quien vemos en una limitada sucesión de escenas murmullando, dando gritos, llorando o simplemente mirando a algún punto indeterminado con el ceño fruncido. Más que por nada de lo que sucede en su metraje, como era de esperar, la película es interesante por cómo ha contribuido a enriquecer la página de LaBeouf de la Wikipedia: su rodaje impulsó al actor a convertirse al catolicismo y ello, según ha confesado él mismo, le permitió sacudirse de encima sus pensamientos suicidas. Probablemente ya falte menos para la película sobre su vida.