No es fácil adentrarse en la filmografía de Jean-Luc Godard porque sus películas no están pensadas para el entretenimiento. Se esté o no de acuerdo con sus postulados, la única verdad es que el cine de autor, el que trata a los espectadores como adultos, no sería hoy el es sin la figura del radical realizador. Con él se inició la modernidad.

'Al final de la escapada' (1959)

Kilómetro cero de la Nouvelle Vague, esta historia rodada con el equivalente a 61.000 francos actuales, que bebe del cine norteamericano clásico, parte de una historia de François Truffaut, quien con el tiempo se convertiría en el opositor estilístico de Godard. El realizador - y su director de fotografía Raoul Coutard, 18 películas juntos- desarrolla aquí buena parte de las formas del cine moderno poniendo en práctica su legendaria frase: "Un travelling es una cuestión moral", es decir que afecta a todos los niveles. Por cierto, el célebre que sigue a Jean Seberg vendiendo periódicos en los Campos Elíseos se hizo con una silla de ruedas.

'Banda aparte' (1962)

La película favorita de Quentin Tarantino, cuyo título le sirvió para bautizar su productora. Tres amigos estudiantes (Anna Karina, Claude Brasseur y Sami Frey) planean un robo mientras arman un triángulo amoroso. Por el camino la historia se sirve con algunas de las escenas más memorables de la historia del cine: la visita vertiginosa al Louvre, el minuto de silencio (así, con un par) y sobre todo, el momento Madison tan homenajeado en tantas películas y que parece rodado ayer por la tarde.

'Vivir su vida' (1962)

Una película hecha por y para Anna Karina –actriz fetiche y pareja de Godard- de la que exprime su vena más trágica. La actriz protagoniza el descenso moral y psicológico de una mujer desde sus inicios como esposa y ama de casa, pasando por su fracaso a trabajar como actriz hasta acabar en manos de un proxeneta que la prostituye. Solo Ingrid Bergman, bajo la dirección de Rossellini, había alcanzado ese grado insoportable de exhibición del sufrimiento. No hay más que ver llorar a Karina en el cine contemplando ‘La pasión de Juan de Arco’ de Dreyer.

'Pierrot, el loco' (1965)

Protagonizada de nuevo por Jean-Paul Belmondo, Godard construye para él una película mucho más ligera que ‘Al final de la escapada’ , esta vez en color y con una voluntad más pop. Describe la huida de un profesor que desencantado de su vida se reencuentra con un antiguo amor que lo conducirá por la vida criminal. Mientras van cometiendo asesinatos la pareja se interroga sobre el sentido de la vida (cualquier parecido con el 'Pulp Fiction' de Tarantino no es mera coincidencia). Si Godard dio el pistoletazo de salida de la Nouvelle Vague remató aquí la jugada con esta película, que la cierra.

'La chinoise' (1967)

Un año antes del Mayo francés, Godard lee detenidamente el Libro Rojo de Mao, la biblia por entonces de todo noventaiochista de pro y factura esta película que establece un giro copernicano en su trayectoria. El autor, profundamente politizado, descree del concepto autoría individual, que acabaría concretándose en el Grupo Dziga Vertov. Las películas del autor, con imágenes feistas y un sonido voluntariamente deficiente, se convierten ahora en manifiestos y ensayos filmados. 

'Historie(s) du cinéma' (1988 - 1998)

Godard, el crítico de cine que hace película o el realizador que es crítico de cine, hace en este documental un compendio de su saber y de sus reflexiones para crear una personal historia del cine de 266 minutos que se dispara en todas direcciones: la música, la fotografía, la pintura, las lecturas, en un collage fascinante. Para Godard el cine es simplemente un reflejo de los azares y contradicciones del siglo XX. Un película fundamental para comprender al director.

Te puede interesar:

'El libro de imágenes' (2018)

Aunque en el 2012 facturó en tan solo 70 minutos su fascinante testamento cinematográfico con ‘Adiós al lenguaje’, cuyo título ya lo dice todo, en este otro documental, cuando ya se acercaba a los 90, Godard cerró su filmografía. Un generoso patchwork con el que el autor hace colisionar las imágenes del pasado, las de las viejas películas de Hollywood o del cine francés de los años 30, para establecer que debemos tener imágenes claras que nos ayuden a orientarnos en un mundo cambiante. Genio y figura hasta el final.