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Festival de San Sebastián

Alberto Rodríguez lleva al cine el gran motín y fuga de la Modelo

'Modelo 77', drama carcelario basado en hechos reales acaecidos en BCN durante la Transición, inaugura este viernes el festival de San Sebastián

Javier Gutiérrez, en ’Modelo 77’, de Alberto Rodríguez. EPC

Hace quince años que Alberto Rodríguez y su colaborador habitual en el guion, Rafael Cobos, comenzaron a documentarse en torno a la situación de los presos en dos de las cárceles más icónicas, por la crudeza de sus condiciones, en nuestro país -la Modelo de Barcelona y la de Carabanchel en Madrid- al final de la época franquista. Fueron atesorando un sinfín de testimonios y de declaraciones en torno a las terribles situaciones que allí se vivieron, marcadas por la violencia policial y la reducción de los internos, por parte de las autoridades carcelarias, a la condición de animales. Se cruzaron otras historias por el camino, entre ellas, 'La isla mínima' y 'El hombre de las mil caras', y pensaron que, por la dificultad del proyecto, esta película nunca llegaría a ver la luz.

Por eso para el director es tan especial 'Modelo 77', que inaugura este viernes la 70º edición del Festival de San Sebastián, y que bien podría cerrar una especie de trilogía junto a las dos obras mencionadas, en su intento de radiografiar la sociedad de nuestro país durante la Transición hasta nuestros días en cuestiones que abarcan la ideología, las cloacas del poder y relación del individuo con el sistema a través de la represión y de la permanencia de las estructuras fascistas (en los setenta todavía como parte del régimen) y, ahora, en la sombra.

“Me daba la sensación de que era un capítulo que se iba a quedar sin contar. Como si de un libro de historia se hubiera caído una página y se olvidara por completo”, cuenta Alberto Rodríguez a EL PERIÓDICO. “A finales de los setenta parecía que en España estuviera todo por hacer, que cualquier futuro era posible. Había una sensación de libertad bestial, y eso se contraponía con la realidad de los presos, que carecían de ella. Que ellos también aspirasen a esa utopía me parecía algo muy potente, porque lo hicieron luchando, reivindicando sus derechos, y eso ahora me parece también un mensaje que se tiene que seguir teniendo en cuenta, dado el escalofriante auge de la extrema derecha en toda Europa y Estados Unidos”. 

La película abarca tres años, y tiene como hilo conductor al personaje de Manuel (interpretado por Miguel Herrán), un joven que supuestamente a cometido un desfalco e ingresa en la cárcel Modelo en 1976. Él será en todo momento los ojos del espectador, que asistirá a toda una serie de atrocidades contra la dignidad humana. Manuel será humillado, apaleado, y poco a poco irá accediendo al microcosmos penitenciario de la mano de su compañero de celda, Pino (Javier Gutiérrez) y de otros internos que habían tomado conciencia de sus derechos y estaban dispuestos a rebelarse frente a sus inmundas condiciones en las que vivían uniéndose al sindicato formado en Carabanchel, la Copel.

“Elegir los acontecimientos clave durante esta época fue lo más complicado, porque no se trata de una película documental, teníamos que articularla a través de una ficción, siempre dentro de un marco histórico coherente. No me considero un cronista, siempre me quedo más con la parte emocional del relato. Por eso algunos capítulos resultaban esenciales, como el motín del 77, en el que 200 tíos se pusieron de acuerdo para cortarse las venas. Tuvieron la voluntad y la energía para hacerlo como protesta, y también para que pudiera entrar la prensa y el exterior supiera lo que de verdad ahí estaba pasando”. 

Por supuesto, otro momento clave fue sin duda el intento de fuga por las alcantarillas de la cárcel de 45 presos un año más tarde. Cuando ya no quedaban esperanzas de que la situación mejorase, la única opción fue el sálvese quien pueda. “No quería que la fuga tuviera ningún tipo de épica. Hubiera sido traicionar el espíritu de la película, que creo que es la más austera que he hecho. En realidad, para mí esa escapada es una especie de justicia poética, también tiene que ver con una ilusión, con un espejismo”. 

En un momento de extremo individualismo, 'Modelo 77' es un canto a la unión, a la posibilidad de pensar de forma grupal en vez solo en uno mismo. El director cree que solo así también se pueden solucionar los problemas del presente. “Es un canto a la dignidad del individuo, cómo conseguir salir de un sistema hecho para alienarte y escapar a través de la lucha colectiva”. 

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