Defectos que se superan
Persiguiendo Mavericks resulta en ocasiones un tanto superficial pero también tiene virtudes innegables
Antonio Dopazo
No es todo lo rigurosa que debiera y resulta, por ello, en ocasiones un tanto superficial y algo blanda, pero aun así tiene virtudes innegables a la hora de acercarse a la figura inolvidable y trágica de Jay Moriarty, un mito del surf norteamericano que murió a los 22 años cuando practicaba buceo en las Islas Maldivas.
Tiene mucho de homenaje y de apología, lo que le resta algo de verosimilitud, y es obvio que dos directores de la talla de Michael Apted y Curtis Hanson, responsables de Gorilas en la niebla y L.A. Confidential respectivamente, estaban capacitados para llegar más lejos.
Lo que no admite reparo son las magníficas secuencias de surf, especialmente de las que tienen como protagonistas esas olas gigantes, las mavericks, que ponen a prueba a los más osados surfistas del mundo. El mejor actor del reparto, con mucho, es Gerard Butler, que incorpora al auténtico maestro y consejero de Jay, el legendario Frosty Hesson, y que ejerce también de productor.
La corta vida de Jay ha obligado a los guionistas a elegir dos etapas muy tempranas de la misma. La primera y más breve nos lo muestra a los ocho años, cuando se siente ya obsesionado con las olas y traba amistad con Frosty, que además de ser su vecino va a desempeñar con él la función del padre que le abandonó y que no ha vuelto a ver. En la segunda lo vemos a los 15, que es el momento clave en el que logra hacer frente al gran desafío de montar una maverick realmente gigantesca.
Es también la época en que se afianza su relación con Frosty y se siembra la semilla de su amor por la que fue su inseparable compañera de juegos, Kim. Los momentos más inspirados, con mucho, son los que detallan la relación entre Jay y Frosty, es decir la del maestro severo ye el alumno aplicado. A medida que la historia se desarrolla, su vínculo se vuelve más complicado, más emotivo y más en la línea del padre y el hijo.
La presencia de la madre, plenamente consciente de su papel, aporta alguna consideración jugosa. Y por encima de todo está el tributo a la mar, a ese medio que Jay tanto admiró.
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