No es una comedia a rechazar ni de las que se meten en el mismo saco, el que aglutina el nutrido grupo de las mediocridades y, aunque no haya tampoco motivos para lanzar las campanas al vuelo, sí aporta cuestiones a tener en cuenta que son, en buena medida, novedad en la vertiente norteamericana del género y, por encima de todo, consigue casi siempre asegurar el entretenimiento del público.

En fin, que Nick Cassavetes ha hecho un trabajo digno y con momentos divertidos e inspirados que mejora sus resultados en títulos dramáticos que no estaban al nivel deseado, como es el caso de El diario de Noa o la muy demagógica John Q. Bien servido por la labor de las dos protagonistas femeninas, Cameron Díaz y Leslie Man, sabe elaborar el tono adecuado, pese a que hay veces en que se extreman las cosas, para que se deguste con escaso reparos.

Buena parte del mérito de lo que vemos hay que atribuirlo a la guionista Melissa K. Stack, que ha huido de muchos estereotipos de la comedia tradicional made in Hollywood, sobre todo del puritanismo y de un estúpido maniqueísmo a la hora de diseñar personajes tan destacados como el adúltero, la esposa y la amante. En concreto, renuncia a sublimar la imagen de la esposa, convertida muy a menudo en una mujer éticamente impecable y solo algo despistada, y a vulgarizar a la amante, que siempre tiene todas las de perder en su conducta y en sus deseos.

La clave de esta renovación reside, como declaró la propia guionista, en que se ha empapado de un montón de cintas francesas que muestran el tema del adulterio y de la caracterización de los protagonistas desde una óptica mucho más liberal e incluso puesta al día. Esta especie de conspiración contra los desmanes sexuales de un hombre casado, un ejecutivo que engaña un día sí y otro también a su esposa, se sustenta sobre la toma de conciencia de dos mujeres que se sienten engañadas y humilladas por la misma persona. Naturalmente, la lección que le preparan es de las que no se olvidan nunca.