No nos engañemos: las películas están para hacer visible lo invisible, que diría el totémico Jean-Luc Godard. Para construir las imágenes que no podemos ver, veladas por la apariencia de lo real.

Aunque puedan parecer una boutade sus palabras para hablar de El cielo es real, lo cierto es que no podrían ser más adecuadas, máxime cuando Godard ya trató de acercarse a lo divino en Yo te saludo, María, su trabajo más místico al girar en torno a la concepción cristiana, la posibilidad de creer sin ver, la fe.

El protagonista de El cielo es real también está muy preocupado por su fe, pues su hijo pequeño dice haber estado en el cielo y con Jesús; pero cuesta creerle si se tiene en cuenta la penosa puesta en escena que propone su director, Randall Wallace.

El día que una película religiosa consiga superar la estética kitsch que encontramos en programas como Cuarto milenio, nos la tomaremos en serio. Mientras tanto...