Crítica

'Nightcrawler': Múltiples lecturas

El filme es una sátira de un mundo periodístico desesperado y carente de ética

Un fotograma de la película 'Nightcrawler'.

Un fotograma de la película 'Nightcrawler'.

Carles Matamoros / La Cartelera

Debut tras las cámaras del guionista Dan Gilroy (The Fall. El sueño de Alejandría; El legado de Bourne), Nightcrawler es una propuesta de difícil clasificación y abierta a múltiples lecturas. En la superficie, la película nos cuenta las peripecias de Lou Bloom, un sociópata que intenta ganarse la vida en la noche de Los Ángeles como reportero televisivo amarillista.

En un segundo nivel, el filme es una sátira de un mundo periodístico desesperado y carente de ética, que busca a toda costa la imagen impactante para conservar a su audiencia. En el tercero, Nightcrawler es el retrato perplejo de un país en el que la falta de escrúpulos no es impedimento para que el hombre- hecho-a-sí-mismo alcance el éxito profesional.

En el cuarto (y este es, qué duda cabe, el más atrevido), la película recuerda a la perturbadora Crash de Cronenberg, al asociar en un plano memorable excitación sexual con accidentes violentos. Aunque Gilroy no siempre se las apaña para conjugar tantos elementos (diríase que, por momentos, no sabe encontrar el tono adecuado del relato y se mueve entre el realismo y el delirio, sin llegar a decantarse por ninguna de las opciones), lo cierto es que Nightcrawler es una propuesta plagada de hallazgos.

No en vano, la ambigüedad de las interpretaciones (no sólo la de un aterrador Jake Gyllenhaal, sino también la de una imponente Rene Russo), la tensión de las cacerías nocturnas en coche, o el perverso lenguaje corporativo-empresarial que maneja con descaro el protagonista, hacen de la película una experiencia turbadora. Un filme-espejo de nuestra era, que Gilroy muestra sin vacilaciones ni paños calientes.

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