Si un restaurante quiere que hablen de él, aunque sea mal, porque todo cuenta, no tiene más que incluir en sus tutoriales una receta de paella. Porque saldrá inmediatamente la legión de críticos y la legión de defensores. Los primeros, los que afearán los ingredientes, el aspecto y la denominación como paella; los segundos, los que alaben la buena pinta del "arroz con cosas" y que afean a los valencianos su sentido crítico a todo aquel guiso en el que buceen guisantes y que "todo lo que se hace en una paella es paella". 

En esas se ha viralizado la Paella de Mariscos (denominación que se puede encontrar en cientos de restaurantes valencianos) del restaurante El Peñón de Salobreña, en un paradisíaco rincón de la costa granadina. Hasta catorce mil compartidos y 36.000 "likes" (o "no likes") y con dos millones y medio de visualizaciones en apenas unos días. 

En un vídeo de doce minutos, la cocinera muestra su elaboración. 

Empieza utilizando un lebrillo lleno hasta los topes de aceite de oliva para elaborar el fondo de grandes dimensiones, del que se irán sacando dosis para cada paella. 

Allí se ponen a pochar cebolla, pimiento verde, pimienta negra y ajo laminado. Al cabo de un rato, un manojo de perejil cortado a grandes trozos. 

El sofrito avanza con "el azafrán", que realmente son hasta diez sobres de colorante. Una vez "mareado", viene una buena dosis de tomate a rodajas. 

Con toda la verdura ya blandita llega un gran contenedor de trozos de pescado y marisco, incluyendo calamar, pulpo, rape.. y mientras se hace, cae una botella de litro de vino blanco. El fondo se completa con agua. 

A continuación llega la paella, "la especial". Una "cullerotà" del fondo (rojo como él solo por el colorante). "Ahora le echamos el arroz", que es de Calasparra, Murcia. "Bomba de Calasparra, a quien le dedicamos el vídeo". 

El arroz, dos cacitos y medio, cae en la paella y se le pega un buen meneo. "Qué buen color tiene" se oye en el vídeo. Mientras caen varias cucharadas de salmorreta (pasta de ñora), cae también algo de "fumet". Que, por lo menos, bajará el colorín. 

Tras salarlo "le echamos unos guisantes y unos morrones". 

"Alguno dirá que no, pero ella lo hace así" dice el narrador. Van cayendo mariscos, que se retirarán poco después: cigalas, navajas, gambas, mejillones y una mega pata de cangrejo cocida en agua de mar. 

El arroz, aún caldoso, sigue recibiendo meneos mientras llegan las chirlas a la cita. Más meneos y mientras se va agotando el caldo llega la decoración con el marisco. Las cigalas, como sentadas; los mejillones, como haciendo un ramo; las almejas a una esquina y la pata de cangrejo, clavada en medio. 

"Lleva de todo" asegura la cocinera, mientras, aún haciendo "chup chup", la saca "y que la disfruten". 

En un debate de tres mil comentarios, procedentes de medio mundo, con encendidos elogios y encendidas críticas, con mil recetas propias, a todas las cuales también se le sacan peros. Lo más criticado, los litros de aceite para el sofrito, la montaña de cebolla: "eso abre el arroz y lo deja blandengue", el exceso de colorante y uno muy repetido: "eso no es paella. Es un arroz de marisco". Entre los defensores, los que sostienen que "yo he tomado la paella valenciana y no me gusta" y los que ven un guiso con buenas materias primas y aseguran que "debe estar delicioso" más allá de denominaciones.