La Vall de Gallinera está ubicada en el extremo noroccidental de la comarca alicantina de la Marina Alta. Limita al Norte con el municipio valenciano de Vilallonga; al Este con l’Atzúvia y la Vall d’Ebo; al Sur con la Vall d’Alcalà; y al Oeste con Planes y l’Orxa. Ocupa una superficie de 53,67 km2 y apenas 571 habitantes (2019) distribuidos en ocho núcleos de población. Se trata de un municipio herencia directa de las numerosas alquerías musulmanas, base del poblamiento histórico de este valle. De Oeste a Este hallamos las poblaciones de Benissili, Llombai, Alpatró, La Carroja, Benitaia, Benissivà, Benialí y Benirrama.

Un valle mediterráneo singular

La Vall de Gallinera forma un valle alargado y estrecho, por donde discurre la rambla Gallinera, que ha excavado una depresión margosa, cerrada al Norte por la Serra de la Safor, Almirante y Albureca, y al Sur por la Serra Foradada. Estas elevaciones forman parte del Prebético externo, con estructuras tectónicas de dirección WSW-ENE, y su topografía es abrupta y escarpada; las principales elevaciones se localizan en la cima de la Serra de la Safor (1013 m) y en el Tossal de la Creu (912 m), en la Serra Foradada. A media ladera aparecen margas blancas y azules de la facies ‘tap’, impermeables, sobre las calizas cretácicas, razón por la cual hay innumerables fuentes y manantiales, lo que facilitó el establecimiento de pequeñas alquerías.

La etimología del término Gallinera proviene del término pre-romano formado por KAL (roca, peña) e INAR (obertura, agujero), que hace referencia a la conocida como Penya Foradà. Es un arco de piedra natural de 3,5 de altura, situado en una de las cimas de la Serra Foradada, a 737 m.s.n.m. A este respecto Cavanilles, en su renombrada obra Observaciones … (1797) describe que para ver el valle «el sitio más oportuno para verlo de un golpe es el cabezo de la Peña Horadada… Mucho más se extiende la vista subiendo a la cumbre, donde está el agujero que dio nombre al monte».

Lavadero de Benissili. | FOTO AJUNTAMENT

Una historia condicionada por las alquerías musulmanas

Los vestigios más antiguos de poblamiento pertenecen al Paleolítico medio, en la Cova d’En Pardo. Existen 17 abrigos en los que se han conservado más de 200 muestras de arte rupestre del Neolítico, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En su mayoría se ubican en el Barranc de Benialí y en el de Benirrama. Están representados los estilos pictóricos prehistóricos levantino, esquemático y macroesquemático. El poblado de la Foradá y el del Castellot d’Alpatró pertenecen a la Edad del Bronce.

En el siglo X ya se habían asentado varias alquerías musulmanas. El poblamiento presenta un carácter disperso, ya que además de los ocho núcleos de población actuales llegó a haber un total de 21 alquerías moriscas. Actualmente son despoblados y ya no quedan prácticamente restos de su existencia. Existieron seis fortificaciones musulmanas, aunque las principales sean los castillos que custodiaban las entradas occidental y oriental del valle, el de Alcalá o de Benissili, y el de Gallinera o de Benirrama, respectivamente. El Castillo de Alcalá o Benissili está situado en el Penyal Gros y es de una planta irregular adaptada a la abrupta topografía. En la parte superior dispone de una ciudadela, y en los bordes exteriores tiene con dos albaracas. El Castillo de Gallinera o Benirrama es de origen musulmán, pero se reformó en época cristiana, después del terremoto de 1396. Su planta es irregular y alargada. En 1644 quedó destruido por otro seísmo, aunque ya estaba deshabitado.

Benissivà y la floración del cerezo. | FOTO AJUNTAMENT

La conquista cristiana se produjo en 1245. En 1521 y por orden del rey Carlos I, los musulmanes que permanecían en estas tierras se vieron obligados a convertirse al cristianismo. En 1609 Felipe III decretó su expulsión, lo que dejó el valle prácticamente despoblado. El señor de este territorio, el duque de Gandía, lo repobló con 150 familias mallorquinas. La Carta Puebla de Benialí se otorgó el 10 de junio de 1611. La repoblación cristiana redujo el número de núcleos habitados, y los más desarrollados ampliaron su tamaño. Hoy se mantienen las características típicas del paisaje agrario de origen morisco.

UN PAISAJE MORISCO A LOS PIES DE LA PENYA FORADÀ

La despoblación y la agricultura, variables constantes

Desde los inicios del siglo XX la dinámica demográfica ha supuesto una persistente pérdida de población. En 1900 contaba con 1.949 habitantes, se redujo a 1.350 en el año 1960 y a 726 en 1991. Durante el siglo XXI ha continuado la regresión: en 2019 hay 571 habitantes. La densidad de población es de 10,65 hab/km2. La economía ha sido tradicionalmente agrícola, pese a que en la actualidad el turismo rural da mayor relevancia al sector servicios. La agricultura es básicamente de secano, predomina el cerezo y el olivar. Forma parte de la Indicación Geográfica Protegida Cerezas de la Montaña de Alicante, y constituye una de las señas de identidad del municipio.

UN PAISAJE MORISCO A LOS PIES DE LA PENYA FORADÀ

Existen múltiples microrregadíos de media montaña, que alumbran una superficie reducida. Las elevadas pendientes hacen que se tengan que realizar abancalamientos para evitar la erosión, lo que genera un paisaje escalonado, de terrazas en graderío. Los manantiales suelen ser permanentes, aunque con caudales de escasa entidad. De la Rambla Gallinera no hay ningún sistema de riego. Los únicos azudes que existieron se emplearon para dotar de fuerza motriz al Molí de Dalt o dels Moliners, al Molí del Mig o de Porra y al Molí del Baix o dels Serafins, este último ya en l’Atzuvia, aunque su presa estuviera en la Vall de la Gallinera. El Molinet aprovechaba el caudal de la Font de l’Asbeurà, de la Font de Benialí o de la Concepción y del Pantanet, que es un azud ubicado en el barranc del Pont de Malonda.

UN PAISAJE MORISCO A LOS  PIES DE LA  PENYA FORADÀ

UN PAISAJE MORISCO A LOS PIES DE LA PENYA FORADÀ

El patrimonio paisajístico, seña de identidad

El paisaje de La Vall de Gallinera constituye un activo. Los núcleos de población y el paisaje abancalado constituyen testimonios inequívocos del pasado musulmán. Además, La Vall de Gallinera contiene importantes valores medioambentales, fruto de su biodiversidad. El término se integra en los Lugares de Importancia Comunitaria (LIC) de la Serra de la Safor, y de les Muntanyes de la Marina. Forma parte también de la ZEPA de les Muntanyes de la Marina. Un elemento destacado del patrimonio es la Nevera Almirant, edificada en el siglo XVII o XVIII, en el monte homónimo. Tiene una planta circular, 13 m de diámetro y 5 m de profundidad. Está construido de mampostería y mortero de cal, aunque se encuentra muy deteriorado. Está declarado Bien de Relevancia Local (BRL). Las rutas de senderismo permiten apreciar los valores paisajísticos de La Vall de Gallinera, como los senderos PR-CV 43 Les Valls, PR-CV 58.4 Benirramà, PR-CV 167 La Vall de Gallinera-Benialí, o la Ruta de los Ocho Pueblos, entre otros.

El principal hito paisajístico de la Vall de Gallinera, la Penya Foradà, tiene una especial vinculación con el Convento de San Andrés del Monte, hoy desaparecido. Este convento se comenzó a construir en 1611 y perteneció a los frailes de la Orden de San Francisco. La Foradà y el convento recreaban, merced a una alineación solar, una hierofanía o manifestación de lo sagrado. La circunstancia de que el sol atraviese la Foradà e ilumine la zona donde se edificó el convento, el día que se conmemora el patrón de los franciscanos, implica que la elección del lugar obedece a unas observaciones astronómicas muy precisas. En los últimos años se ha recuperado esta tradición olvidada, convirtiéndose en un reclamo turístico por la rareza del este fenómeno.