Pocas cosas quitan tanto el aliento como la vista panorámica de un paisaje, con esa sensación de poder que otorga estar sobre una elevación que controla todo el entorno. El Castillo de Chirel fue construido en ese punto exacto, en una cresta sobre el Júcar que forma el embalse de Cortes de Pallás. Su posición es estratégica y no tiene competición, pero el entorno en el que fue levantado fue el mismo que obligó a sus habitantes a abandonarlo: la baja población de la comarca. Sin embargo, el cierre perimetral de la C. Valenciana por la pandemia de covid-19 ha llevado a los valencianos a redescubrir su patrimonio y Chirel ha sido uno de los tesoros encontrados en el territorio.

Vista general del Castillo de Chirel desde la senda que sube hasta la cima. Fernando Bustamante | FERNANDO BUSTAMANTE

Las primeras informaciones de esta instalación datan de la época árabe y las revueltas de Al-Azraq contra Jaime I en época de la reconquista. De hecho, se cree que en este enclave se resistieron los moriscos a ser expulsados de los dominios valencianos.

La torre mayor del Castillo se eleva sobre el embalse de Cortes de Pallás.

Fue en el siglo XV cuando en manos de los cristianos es reformado y reconstruido tal como se puede ver hoy en día. Se adapta a la perfección a la roca sobre la que se elevó y tiene una planta triangular . El acceso es complejo por la altura en la que se encuentra y porque se cree que debía salvarse un paso elevado de aproximadamente un metro. Tenía una finalidad defensiva como muestran los torreones y las aspilleras. De las ruinas que hoy quedan todavía es visible el aljibe, la doble muralla y la torre mayor.

No será hasta el siglo XVII cuando vuelve a tener una importancia geopolítica. Fue bajo el mando del Barón de Cortes de Pallás, ya que lo utilizaron como centro de operaciones para expulsar a los moriscos, organizados en guerrillas en la Muela de Cortes.

Encontrar la paz en la zona fue la razón que terminó por sepultar este castillo, que quedó marginado en un área con una densidad de población muy baja y, por tanto, poco relevante. El culmen de la decadencia llegó con un terremoto en 1748 que asoló la Canal de Navarrés, causando un gran impacto en el Valle de Cofrentes.

Ahora los excursionistas y senderistas le han devuelto cierto esplendor, ya que cada fin de semana recibe a centenares de turistas que inmortalizan las ruinas en fotografías que comparten en redes sociales. El fácil acceso y la sencilla ruta (de apenas 20 minutos de subida) lo hacen un lugar perfecto para escapar durante unas horas de la fortaleza de la gran ciudad.