Cuando uno visita una villa habitada desde la prehistoria, se siente en el ambiente, en las callejuelas, en sus plazas, en la iglesia. Es una zona vivida, con una historia y energía diferente, propia, que rebosa de cada rincón. En Chelva, capital de la Serranía, van sobrados. La oferta cultural y de naturaleza que ofrece ha sido la opción elegida por miles de valencianos durante los fines de semana del cierre perimetral, y más allá de la clásica y archiconocida Ruta del Agua y el sendero a través del acueducto romano de Peña Cortada, existen otras dos visitas imprescindibles -y no tan conocidas- para cualquier visitante: La ruta de los Lavaderos y la ruta de las Tres Culturas.

Vista panorámica de Chelva, con el Palacio Vizcondal en el centro de la ima- gen. | L.OCHOA

El recorrido para conocer laos vestigios árabes, judíos y cristianos comienza junto a la Parroquia de Nuestra Señora de Los Ángeles. y nos introduce directamente en el barrio andalusí de Benacacira. Allí, por la calle y hasta la vía Benacacira, una pequeña escalera da al callejón San Cristóbal, un atajo para proseguir por Benacacira evitando dar una larga un rodeo. Desde allí, pasaremos por la Ermita de la Soledad y el Museo Arqueológico de Chelva, y el mismo recorrido nos dejará caer por la calle San Francisco de Asís. Ya el nombre de la vía nos indica a qué barrio entramos a continuación: al barrio cristiano de Ollerías, que se conformó a lo largo del siglo XIV. El nombre se lo debe a los hornos de producción cerámica que se fueron instalando en sus calles. Su trama urbana, en comparación con la andalusí, es mucho más ordenada y amplia. Así, nos dejaremos caer por la calle que da nombre al barrio hasta que el recorrido nos deje a las faldas del Palacio Vizcondal, sede de la Fundación María Antonia Clavel.

Lavadero de Górgol. | LUCAS OCHOA POR amparo soria valència

Desde allí, la ruta nos deja bajo el Portal del Azoque o lo que es lo mismo, la entrada al barrio judío. Se conserva intacta la estructura de la aljama medieva, con un aire recoleto y misterioso de sus callejones y con sus portales a la entrada que lo separaban del barrio de Ollerías y del Arrabal. Junto a la entrada al barrio judío se encuentra el antiguo Consejo de la Villa, pero la ruta cultural no se detiene allí. Por el contrario, desciende por la calle del Arrabal para que, como bien su nombre indica, podamos conocer el barrio mudéjar creado en el siglo XIV. Tiene un trazado serpenteante que aún hoy se conserva en el callejero con partes de la muralla antigua. Es en esta zona donde se puede disfrutar del sonido de las acequias que hasta día de hoy siguen funcionando para los campos que yacen bajo el pueblo. La proliferación de las fuentes ya nos deja ver lo arraigada que estaba el agua en este barrio, donde estaba la antigua Mezquita de Benaeça, hoy ermita de Santa Cruz.

Subida en el barrio cristiano de Ollerías. LUCAS OCHOA

El agua es el elemento conductor de la segunda ruta que el casco antiguo de Chelva ofrece. Lo hace con los siete lavaderos que aún hoy se conservan e incluso funcionan. La ruta comienza en el de Górgol, y continúa cruzando al pueblo visitando el Lavadero del Baño, algo oculto tras un muro pero lleno de vegetación. Desde allí, dejándonos caer por la calzada, encontraremos el Lavadero del Arrabal I y II. Desde allí, por la calle de Bolea y Mangraneros llegaremos al lavadero de Peirería. Llega entonces uno de los más especiales, al encontrarse por completo fuera del pueblo: el lavadero público de Querefil, una réplica pero pequeña del siguiente lavadero a visitar, el de Embarany, con tres pórticos y un gran estanque alrededor, en un paraje perfecto para terminar la ruta con un almuerzo en la naturaleza.

Chelva, legado infinito POR amparo soria valència