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En el corazón del Camp de Túria

La Pobla de Vallbona: el misterio de la tierra líquida

La casa Bernal, que perteneció al poeta Teodor Llorente, las pinturas antiguas de la iglesia Santiago Apóstol y la fertilidad de la tierra marcan la diferencia en la "valle más buena", acuñada por el Rey Jaume I

El antiguo molino de aceite que se conserva en el centro etnológico de la Pobla. | J. M. LÓPEZ

Sumergirse en el enigma de la Pobla de Vallbona, justo a 20 kilómetros de València, es emerger con muchas más preguntas que respuestas. Pasear por sus calles, vivas o no en una de ellas, es conocer el trazado de la historia, sus raíces, y entender drásticamente hacia dónde vamos, cuál es el futuro. Por eso, la Pobla, situada en el corazón del Camp de Túria, conjuga raíces y modernidad, origen y prosperidad, con toda la naturalidad del mundo.

Quien subscribe este reportaje será sincero y cuando uno habla de su pueblo, de donde creció y vivió, no puede huir de fanatismos y quedarse en la frontera de la simple descripción periodística. Porque cuando uno habla de su pueblo, habla de su vida.

Vallbona es sinónimo de misterio rural, de tierra líquida, de fertilidad agrícola. Ahí radica su grandeza: en querer la tierra

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No diré aquello de que la Pobla es el mejor pueblo del mundo, pero sí se le parece. Cuando hago referencia a mi pueblo solo con su primer nombre, salta la duda de a qué Pobla me refiero. Si a la Pobla del Duc, a la Llarga, a la de Farnals o a la de Vallbona. Y, en efecto, ese apellido de Vallbona es su principal marca distintiva. Vallbona es sinónimo de misterio rural, de tierra líquida, de fertilidad agrícola. Ahí radica su grandeza: en querer la tierra.

La Casa Bernal, en les Ventes, perteneció al poeta Teodor Llorente. Jaime Roch

De hecho, Vallbona es una palabra compuesta por dos dicciones: la de «valle» y la de «buena», con su significado de «valle fructífero», lo que tiene relación directa con la buena disposición del paraje para la producción agraria. En ese sentido, también existe una tradición -leyenda hablada de abuelos a nietos- entre los habitantes del municipio del Camp de Túria que asegura que cuando el Rey Jaime I pasó por este pueblo, exclamó: «¡Qué valle más buena!». Palabra de monarca.

La abundancia de la huerta siempre ayudó a la Pobla. Desde la época ibérica, donde las tierras formaban parte del sistema de cultivos descentralizados de la ciudad íbera de Edeta (Llíria) hasta la actualidad, donde se conoce como uno de los principales pueblos productores de cebolla. De hecho, durante la segunda mitad del siglo XX, 1.500 hectáreas de cebollas se cultivaron en su comarca y, para darles salida, la Pobla albergó una docena de almacenes que las comercializaban en el mercado español y extranjero. La cebolla poblana es internacional.

El cuadro realizado por Reixach. José Manuel López.

En el sur de la localidad se encuentra el núcleo original, la villa. Allí está la parroquia Santiago Apóstol -una de las dos iglesias del pueblo-, donde se encuentran dos objetos de culto en el mundo del arte, además de la imagen de san Sebastián asaeteado, el patrón al que se venera en una romería el 20 de enero.

En la parroquia Santiago Apóstol -una de las dos iglesias del pueblo-, se encuentran dos objetos de culto en el mundo del arte

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El primero de ellos es un retablo gótico de San Jaime Peregrino realizado por Joan Reixach en 1450, uno de los años más fecundos de su producción, y restaurada por el Institut Valencià de Conservació i Restauració de Béns Culturals en 2009. Frente a él tienes la misma sensación que con la Mona Lisa de Da Vinci: te mira siempre.

En la misma iglesia también hay unas pinturas murales del año 1390, situadas en la actual puerta de entrada, que era el antiguo altar de la iglesia. En ellas están representadas el Nacimiento, la Adoración de los reyes magos, la Anunciación, San Gil, San Senén y San Abdón.

Las pinturas de 1390 que han aparecido en la iglesia de Santiago Apóstol. José Manuel López

En una calle siguiente está la llamada Casa Gran, el museo etnológico del pueblo. Dentro de él sientes el verdadero peso del paso del tiempo por la manera en que se conserva el hogar, la antigua cocina o los clásicos dormitorios. Todas las reliquias agronómicas, desde la almazara hasta el lagar, están allí. El olor agrio a vino de las barricas de madera, en la bodega, y el tacto pegajoso de aceite en la piedra que pisaba la oliva todavía flotan en el ambiente.

La recreación del antiguo despacho en la Casa Gran, el museo de la Pobla. José Manuel López

El parque del Mercat, frontera entre el sur y norte, está todo peatonalizado y se ha revestido como uno de los espacios verdes de la ciudad. En su césped puedes desde pasear el perro hasta relajarte mientras lees un libro y escuchas música. Allí, los lunes, se levanta el tradicional mercado del pueblo.

Irse del municipio sin probar las cocas de embutido y tocino blanco que realizan los hornos a leña se antoja un delito. Porque en ese sabor también está el testimonio de generaciones en la manera de hacerlas.

El mercado municipal. José Manuel López.

En el norte de la Pobla se encuentra la parte más nueva, la llamada Les Ventes, antiguamente conocida por «Les Ventes del Moro» por el camino que iba de València a Llíria. Allí se encuentra otra iglesia con la Virgen del Rosario -la patrona-, la ermita de San Sebastián que corona el pueblo y una joya que marca la diferencia: la casa Bernal, antigua alquería árabe convertida en palacio señorial del poeta Teodor Llorente porque pertenecía a su suegro José María Bernal. El trinquet, cubierto y con una reforma de alto nivel, se ha convertido en uno de los mejores de la Comunitat Valenciana.

Irse del municipio sin probar las cocas de embutido y tocino blanco que realizan los hornos a leña se antoja un delito

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Finalmente, la Maguilla es el paraje natural del pueblo y allí fue descubierta la Jara de Cartagena (Cistus carthaginensis), una especie única de la flora ibérica que se daba por extinta a escala mundial. La Pobla, con todo su esplendor, es un pulmón de historia, naturaleza y vida, sin perder la fuerza fecunda de la Vallbona.

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