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El Montgó la montaña infinita

El Montgó, la montaña totémica de la Marina Alta, ofrece rutas infinitas. Es un universo botánico. Alberga 650 especies vegetales.

La cara sur del Montgó; destaca la Cova Gran, una suerte de gran ojo. | LEVANTE-EMV

El Motgó es la Cova Tallada, una catedral marina con bóvedas y columnas caprichosas. El Montgó es l’Alt de Benimaquia, el yacimiento íbero que fue la cuna del vino en Europa. El Montgó es la Coveta del Pare Pere, refugio de devoción popular repleto de exvotos. Es también el «poblado fantasma», las ruinas de la urbanización abandonada y apocalíptica. Es el trigo que resurge en el valle, alentado por el coraje de los agricultores de Jesús Pobre. Es la huella bohemia y hippie de la Plana. Es aquel plato sorprendente de Quique Dacosta envuelto en bruma, la que le inspiraba la cara norte y húmeda de la montaña. Es el águila pescadora, que algún día, quizás cercano, vuelva a anidar en los acantilados del cabo de Sant Antoni. Es el faro, que debe convertirse en un centro de interpretación de la reserva marina y que sigue alumbrando a los marineros nostálgicos. Es las ballenas que pasan a tiro de piedra. Es la torre vigía del Gerro. Y los molinos de viento de la Plana, once nada menos, el conjunto de molinería más destacado de la Comunitat Valenciana.

La montaña atisbada desde la Plana, estribación que forma el Cap de Sant Antoni. | LEVANTE-EMV

El Montgó es una montaña infinita. Declarado parque natural en 1987, abraza 2.117 hectáreas de Dénia y Xàbia. El Plan de Ordenación de Recursos Naturales (PORN) implica, eso sí, a más pueblos que también pellizcan la Vall del Montgó. Son Gata de Gorgos, Pedreguer y Ondara. Porque el Montgó es montaña y valle y nadie sabe dónde empieza y dónde acaba. Es totémico y un hito paisajístico. Cuando se llega a la Marina Alta desde València, se divisa como una isla que emerge en la planicie. Orienta a los marinos que van a la deriva. Desde la antigüedad ha guiado a todas las civilizaciones del Mediterráneo. Es magnético.

Su cima se sitúa a 753 metros sobre el nivel del mar. Si se sube por la vertiente este, de Xàbia, la senda es un empinado zigzag hasta que en el último tramo desaparece y los excursionistas triscan por las rocas como cabras salvajes. Al poco de alcanzar la cima, se pasa por una cornisa colgada del vacío.

Desde Dénia, cerca de la ermita del Pare Pere, arranca el Camí de la Colònia. Aquí está una de las rutas más frecuentadas, la que lleva a la Cova de l’Aigua, una gruta que ya utilizaron como atalaya los romanos (los soldados de la Legión VII grabaron en el año 283 en la pared una inscripción) y que mantiene un aljibe del siglo XVI. En esta vertiente húmeda y sombría, de exuberante vegetación, brota un milagro botánico, la «herba santa» (Carduncellus dianius), un endemismo del Montgó.

En el Camí de la Colònia, ha señalizado este verano la brigada del parque natural una ruta botánica. El Montgó alberga 650 especies vegetales, es un universo de biodiversidad.

Esta montaña también es cultura. Las ruinas de los «casups» en la ladera de Xàbia revelan lo áspera que fue la antigua vida en estas tierras. Algunas de esas casitas desmedradas de labradoras están a pocos metros del linde del parque natural. Al otro lado, se levantan imponentes chalés de lujo. El Montgó también fue una montaña hostigada por el urbanismo y el negocio.

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