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La Marjal dels Moros, parada indispensable

Entre Puçol y Sagunt, este humedal natural ha sorteado la voracidad agraria y urbanística del siglo XX. Queda un reducto de lo que fue, pero sigue siendo tanto o más especial, bien para ser visitada por los humanos como para alojar a las especies de avifauna que hacen aquí su parada: una estación de servicio migratoria al norte de otra importante, l’Albufera, con idénticas funciones. Una ruta de apenas 5 kilómetros es la mejor forma de conocer un paraje autóctono, cercano y accesible desde donde contemplar la naturaleza en su máximo esplendor.

Marjal dels Moros Daniel Tortajada

Cuando se subraya que un espacio natural logró sobrevivir a la burbuja económica, inmobiliaria, industrial y especulativa de los comienzos de los años 2000, no es baladí. Es casi una característica fundamental que define la zona en sí misma: se salvó seguramente por el alto valor ecológico y natural que tenía, y «seguramente», entre comillas, porque tal vez no interesó su ocupación. En el caso de la Marjal dels Moros, entre Puçol, Sagunt y la playa, fue la posible expansión de los Altos Hornos del Mediterráneo los que amenazaron la existencia de este oasis para las aves. Sin embargo, en 1995, la Generalitat compró el polígono industrial, de 800 hectáreas, y destinó una tercera parte a restaurar el humedal, declarando oficialmente todo el área como Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA).

Ese fue el fin a una larga degradación durante el siglo XX por el que se fue sedimentando la zona para crear tierras de cultivo. A lo largo de los 5 kilómetros de la ruta que rodea el humedal puede verse la expansión y regresión de la historia y cómo hoy se ha encontrado un punto de equilibrio en el que los humanos visitamos el área desde el respeto y la no invasión. Para ello, extensas pasarelas de madera, miradores y caminos de tierra discurren por el área y algunos de ellos, según la época del año, pueden estar cerrados precisamente para respetar la anidación de las aves. Sin embargo, la ruta circular que rodea desde el sur, por el este, norte y oeste, permite conocer el enclave sin entrometernos en el ritmo de la naturaleza.

Hay varios parkings habilitados para dejar el vehículo propio. El Ayuntamiento de Puçol recomienda dejarlo en la playa, junto al restaurante, para comenzar la ruta hacia el norte, siguiendo la playa: a un lado las piedras de canto rodado y las olas del mar y al otro el humedal y su abundante vegetación. En este tramo, todo recto, hay dos miradores donde detenernos a observar el entorno privilegiado. Aquí es donde comenzamos a ser conscientes del valor natural del área, mucho más grande de lo que a priori parecía.

Una pasarela de madera nos invita a girar hacia la izquierda e introducirnos en la zona de humedal. Aquí los atardeceres bien valen un momento de sosiego, ya que el sol se esconde tras las estribaciones de la Sierra Calderona que termina en el este.

Vista aéra de la Marjal dels Moros POR Amparo Soria València

Cabe recordar que en este punto, cuando uno se introduce en la marjal, el camino será diferente si se hace en verano o en invierno. Con el calor y la humedad, es recomendable hacer la ruta a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde y no hay que olvidar que los mosquitos nos acompañarán durante todo el camino. Por eso es altamente recomendable utilizar algún tipo de repelente que nos evite picaduras y mordeduras. Las molestias para los humanos son el menú del que disfrutan las aves que aquí encontramos.

A lo largo del recorrido habrá varios miradores elevados que nos permitirán ver con perspectiva el espacio, una microreserva incluida en la Red Natura 2000. Las aves migratorias paran aquí mientras viajan del norte de Europa a África y habrá unas u otras según la época del año en la que vayamos. En primavera destacan las poblaciones reproductoras de larolimícolas, albergando colonias de charrán común, charrancito, canastera, cigüeñuela y fumarel cariblanco. La población de pato colorado es de gran importancia también, como lo es la cerceta pardilla, una especie amenazada. En invierno pueden verse grandes bandos de cerceta común y pato cuchara, además de espectaculares concentraciones de cormorán grande y tampoco son raras las visitas de especies como el flamenco rosa, la gaceta grande o el morito. Mientras, en los estanques de agua se pueden ver peces como el samaruc y el fartet, además de salamandras o cullerots.

Las pasarelas de madera permiten el tránsito entre la abundante vegetación que brota de las aguas. POR Amparo Soria València

Cuando la ruta gira de nuevo a la izquierda y caminamos en paralelo al mar, encontraremos una zona de descanso y recreo, con unos merenderos donde poder tomar algo. La ruta oficial sigue recto, aunque un buen número de caminos se introducen hacia la marjal. No es recomendable tomarlos ya que desconocemos si dentro estarán cerrados por la nidificación de aves.

En este tramo del camino se puede observar por un lado la frondosa vegetación del humedal y por el otro, los terrenos que fueron secados para destinarlos a la agricultura y que después fueron devueltos a su estado natural, aunque nunca se recuperaron las aguas del estanque.

Hay que subrayar que esta zona, como sucedió también en l’Albufera, formó parte del mar Mediterráneo hace más de 100.000 años. Sin embargo, según se tiene constancia, el río Palancia soltaba en esta zona una gran cantidad de sedimentos que se aposentaron en paralelo a la costa, creando una barrera entre el mar y el agua que se acumulaba en el interior. La destrucción de este área se produjo en el siglo XX con el cultivo de arroz, pero la poca rentabilidad de las cosechas llevó al abandono de todas las zonas que fueron selladas para el cultivo. Se vendieron los terrenos para construir casas de playas y en la zona de Sagunt se destinó a la expansión de los Altos Hornos y el polígono industrial, la barrera urbana que cierra la marjal por el oeste.

Uno de los miradores desde donde divisar las aves en su hábitat natural POR Amparo Soria València

Cuando termina este tramo y el camino nos obliga a girar a la derecha de vuelta al punto de inicio, nos encontraremos de nuevo con otra pasarela de madera sobre el agua y otro mirador desde donde contemplar de nuevo la zona hasta llegar al parking donde dejamos el vehículo.

La creciente conciencia ecologista y de sostenibilidad que ha experimentado la sociedad ha llevado a que los ayuntamientos que colindan con estas lagunas hayan implementado programas de protección de aves. Ahora, la preocupación más acuciante es que el agua salada del mar no penetre en el humedal de agua dulce, con una flora y fauna adaptada a estas aguas no salinizadas. También los consistorios han eliminado las últimas edificaciones que existían dentro de la marjal, la pesca y la caza están completamente prohibidas y solo se permite algunas actividades de ganadería en algunas zonas en pos de la estabilización de la naturaleza.

Se trata de una excursión sencilla y completa al mismo tiempo por el alto valor paisajístico y medioambiental que aporta la Marjal dels Moros al entorno valenciano.

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