Hasta que uno no ve in situ lo que se esconde bajo las edificaciones de Llíria, no se es consciente de la magnitud del patrimonio que yace escondido 2.000 años después de que Edeta viviera su máximo esplendor. Una ruta urbana permite conocer los cuatro puntos de referencia -visibles- que ayuda a hacernos una idea de lo que Edeta fue en el Imperio Romano. Entre otras cosas, fue un municipio de derecho latino, esto es, que aplicaba en su área geográfica lo que se dictaminaba en Roma, pero además fue una parada obligatoria en las rutas del Mediterráneo por la fama que cosechaba su oráculo y sus termas. ¿Por qué? Porque en Edeta nació Marcus Cornelius Nigrinus, primero cónsul, después senador y por último aspirante al trono de Emperador en Roma por la provincia de Tarraconensis contra otro candidato hispano, Marco Ulpio Trajano. Quién resultó elegido ya es historia, pero durante el ascenso meteórico de Nigrinus, Edeta creció con él entre finales del siglo I y II d.C, en el conocido periodo como ‘pax romana’ donde los fondos no se destinaban a la guerra, sino al urbanismo, con foros, circos, templos o cualquier ingeniera romana que ha perdurado hasta nuestros días.

Entrada a las Termas de Mura, con la sala de recepción, a la izquierda, y un patio porticado, a la derecha, donde aún se aprecian las pinturas de las paredes originales. | GERMÁN CABALLERO Germán Caballero

Por eso, en Turisme Llíria proponen una ruta que deja a cualquiera sin palabras durante hora y media. Comienza en los mausoleos de la Necrópolis edetana, actualmente junto a la Unión Musical. Una excavación que sentó un precedente: fue la primera solución entre un ayuntamiento y una promotora inmobiliaria para llegar a un acuerdo sobre un solar con patrimonio histórico. El ayuntamiento cedió un terreno cercano para que la empresa construyera un parking a cambio de que levantara las viviendas a partir de una segunda altura, dando espacio suficiente para crear un espacio amplio para poder visitar los dos mausoleos que se encontraron. Son de la misma familia aunque se dividen en dos estructuras. La primera de ellas, un refectorio donde honrar a los muertos con comida y bebida. Una ración se guardaba para los difuntos, que se la entregaban en el segundo edificio donde reposaban sus cenizas. Las urnas funerarias descansaban en un conditorium, un agujero de casi un metro bajo tierra tapado con una losa de piedra con un agujero por donde se introducían las viandas. Esto responde a la creencia de que sus almas viajaban al interior de la Tierra en busca del paraíso, los Campos Elíseos, y debían ir bien provistos de comida. «Cuidar de tus antepasados era garantía de que ellos velarían por ti», explica Vicent Sesé, técnico de Turismo del Ayuntamiento de Llíria.

Los mausoleos de la necrópolis. La losa de piedra tapa el conditorium, donde descansaban las urnas funerarias. Por el agujero se ofrecía comida y bebida a los antepasados. Germán Caballero

La siguiente parada es el Oráculo y las Termas de Mura, a escasos metros de allí. Reciben el nombre por situarse junto a la muralla en un espacio que ocupa más de 3.600 metros cuadrados. «Se eligió este lugar por la cercanía al nacimiento de agua que hay en el Parc de Sant Vicent, donde entonces había un templo a las Ninfas», señala Sesé. El manantial está a cuatro kilómetros y un complejo acueducto traía el agua hasta la villa donde los visitantes podían consultar el oráculo -un trabajo más que respetado y reputado en la época- y además darse unos baños medicinales. Ese fue el reclamo y ese fue su éxito: una combinación magistral por la que cuerpo y mente se sanaban en Edeta. «El arte de la adivinación y la cultura del agua es una afirmación fundamental para entender este lugar», señala Sesé.

Hoy puede verse, casi, en su totalidad. Se mantienen los suelos hechos con mosaicos de barro y hasta se aprecian las pinturas que decoraban las paredes originales. Se conserva la planta del oráculo y la piedra, con forma ovalada, que presidía la estancia. Junto al edificio se abría un vasto complejo termal para hombres y otro para mujeres donde todavía pueden verse las zonas del frigidarium (una piscina fría), tepidarium (sala de aclimatación) y caldarium (sala de calor). También se conserva una natatio (piscina para nadar) de hombres en el exterior del complejo que todavía se llena de agua cuando llueve, mientras que en las termas de mujeres, esta natatio estaba cubierta. Además de las piscinas y las salas de masajes, en algunas zonas ha quedado descubierto el entramado subterráneo para conducir el calor a las estancias. Una serie de túneles y canalizaciones por donde discurría el calor generado de la quema de maderas y que corría por todas las instalaciones caldeando los ambientes a través de falsas paredes y suelos.

La natatio o piscina exterior de las termas mas- culinas. Continúa inundándose cada vez que llueve, lo que demuestra la calidad de su cons- trucción y aislamiento. Germán Caballero

Una pieza original que viajó a Madrid

Se cree que más de 1.000 legionarios construyeron este complejo en no más de cuatro años. Una verdadera hazaña que evidencia la época de esplendor que vivía Roma. Tras conocer las Termas de Mura, la ruta se dirige a Ca Porcar, una casona tradicional del siglo XIX cuyo propietario, en 1917, encontró un mosaico en su terreno de huerta. Apareció una gran obra artesanal que representaba los Doce Trabajos de Hércules y que debió pertenecer a una poderosa villa romana en las afueras de Edeta. Todo parece indicar que pudo ser el suelo de una de las estancias. Sea como fuere, el mosaico original fue donado al Museo de Arqueología Nacional, en Madrid, donde hoy se expone. Sin embargo, el consistorio, consciente del legado que se perdió, decidió financiar una fiel reproducción e instalarla en el lugar original, rematado, eso sí, por las piedras naturales que sostuvieron la villa romana en el siglo I.

Vicent Sesé muestra la recreación del mosaico sobre los Doce Trabajos de Hércules en Ca Porcar. Germán Caballero

La última parada, más para ser imaginada que por verdaderamente apreciar el elemento arqueológico, es el «Mollò de l’Arc», unos tres metros de columna que sostenían un arco de entrada a la antigua Edeta. Fue derruido y solo se conserva esta pata, pero no deja de impresionar que a día de hoy la carretera se mantenga en su sitio y el arco de la bienvenida.

El ‘Mollò de l’Arc’ es la columna de un arcoque señalaba la entrada a Edeta desde el Parque de Sant Vicent. | G. CABALLERO Germán Caballero

Hay datos suficientes para afirmar que buena parte de Edeta continua soterrada bajo la los edificios que hoy componen Llíria. Los fondos necesarios para la excavación y puesta en valor así como las propiedades privadas son todavía los principales escollos para «despertar» a la ciudad que un día brilló y que hoy descansa bajo nosotros.