València la Vella nunca ha sido invisible, pero ahora se le empieza a dar sentido. Poco a poco, en ocasiones hasta tirando de imaginación, este yacimiento va dejando ver algunas muestras de lo que fue. Una frase lo resume todo: «Llevamos seis años excavando. En Segóbriga, unos 80». La pronuncia Cristina Silvestre, técnica de Turismo de Riba-roja, para explicar este lugar que siempre ha despertado la curiosidad durante todos los periodos de la historia. Esta fortificación, construida sobre diversas terrazas en una elevación junto al río Túria, ha quedado registrado en testimonios escritos del siglo XIV y hasta el poeta Jaume Roig le dedica unos versos en el Llibre de les Dones (Siglo XV). Fue una cruz en el mapa de alguien que aseguró que existía allí un tesoro y durante cientos de años se pensó que su origen era romano, y no visigodo, como finalmente se demostró gracias a la retaíla de objetos y restos que quedaron en esta ciudad fortificada de 4 hectáreas con un templo y un ágora, además de una zona de trabajo. La muralla exterior es lo que evidencia la magnitud del espacio, con 1,80 metros de espesor, y una más interior que protegía una gran explanada, posiblemente un ágora, hoy cubierta de tierra y hierbas que dejan entrever lo que fue.

Restos de la muralla visigoda. Paco Calabuig

Sin embargo, aún queda mucho por excavar. Muchísimo. La historia se descubre lentamente y con una elevada financiación que ralentiza aún más el resurgir de estas ciudades. Gracias a una subvención de la Conselleria de Cultura, se ha podido analizar las tierras allí depositadas y se ha podido ver lo que subyace, confirmando la antigüedad del yacimiento, que data del siglo V o VI y que la historia y sus circunstancias no le han sido ajenas: con la construcción del paso a nivel para las vías del tren en 1978, Renfe usó materiales locales y todo indica a que también se sirvió de las piedras que componían esta muralla centenaria.

Otra perspectiva de la muralla en un lugar donde se ha preservado más altura. Paco Calabuig

No se sabe a ciencia cierta qué pasó. Siempre se pensó que era una fortificación bélica sobre el Túria, pero durante la sexta campaña de excavación que se llevó a cabo en septiembre, esa afirmación ha quedado absolutamente denostada. Los visigodos residían aquí -contra la teoría de que solo era un castro defensivo- «y por algún motivo se fueron, parece probable que se instalaran en València y abandonaran esta villa», apunta Silvestre. Durante los últimos trabajos, coordinados y dirigidos por Albert Rivera Lacomba, se han desenterrado varios silos que confirman que se almacenaba grano, junto a la muralla. También se han registrado viviendas, seguramente de artesanos, ya que en esa misma zona se encontraron cenizas que podrían ser restos de un horno, posiblemente metalúrgico. De hecho, se cree que entre las labores que se desarrollaban estaba la producción de vidrio.

Una de las catas realizadas en la última campaña Paco Calabuig

En esta sexta campaña, los hallazgos más significativos han sido 28 nuevas monedas de la época que se añaden a las de excavaciones anteriores, que suman un total de 250 ejemplares, lo que demuestra lo activa que esta ciudad era económicamente y que efectivamente se desarrollaban negocios y compra-venta de objetos aquí. En esta edición, el origen de las piezas monetarias encontradas se sitúa en Roma, aunque también de Bizancio y visigodas. La más destacada y reveladora fue una acuñada en Roma y que guarda el rosto del rey ostrogodo Totila, también conocido como Baduila, que murió en el año 552. Este hallazgo es más que significativo porque, según explica Silvestre, «los ostrogodos se quedaron en Italia, no salieron al resto de Europa. Que haya llegado aquí hace a esta moneda casi única».

Más allá de objetos enterrados, el equipo coordinado por Ribera, codirigido por Josep María Macías e integrado por Miquel Rosselló, Francesc Rodríguez y Alejandro Lara, ha confirmado las tres zonas en las que se dividió el asentamiento. El área superior, que hoy está invadida por la vegetación, debió tener un acrópolis y se ha detectado la fortificación interior para separar los estratos. En la zona intermedia se encontraban los talleres de los artesanos, además del almacenaje de cereales y otros alimentos y donde habría algunas viviendas de estos trabajadores, como en la tercera zona, la más baja del yacimiento. Aquí es donde se concentran parte de los edificios más significativos y que salieron a la luz con una de las prospecciones realizadas hace 40 años, y aún queda parte por descubrir ya que la zona inferior es un terreno privado. Además, gracias a la limpieza de vegetación que se ha llevado en los límites de la muralla, se han apreciado los restos de dos torres de la muralla exterior (que se suman a las ocho constatadas hasta ahora) y un empedrado de lo que podría ser la plaza principal.

A fin de poner en valor, cada vez más, este yacimiento, el Ayuntamiento de Riba-roja de Túria que dirige Robert Raga ha decidido comprar una vivienda que se encuentra en la zona superior del yacimiento que se reformará y acondicionará para ser un centro de recepción de visitantes. Irán más allá, porque la vocación es que València la Vella se convierta en un Parque Arqueológico de carácter científico, educativo y turístico.