Un torneo culinario en torno al langostino nos había llevado a Vinaròs, y por esta razón conocimos, entre cocineros que se esmeraban por vestir al marisco con todo tipo de lentejuelas y aderezos, su fabuloso mercado, tan blanco y leve. Y un poco antes y pegado al mar, un colegio de alguna antigüedad, quiero decir de cuando la instrucción se consideraba derecho de gentes y obligación de próceres. Una escuela hermosa, pues, y envidia siento al imaginarme la clase de afortunadas criaturas que pudieron escuchar las gestas del gran Alejandro mientras nuestro mismo mar destellaba tras las ventanas.

Danzas en Vinarós. | L-EMV

Acabado el concurso, nos llevaron, con nocturnidad y circunloquio, a un lugar alto y alejado, la ermita de Sant Sebastià, con un enorme patio (ha de acoger tres peregrinaciones anuales) y árboles de solera y fuste, cerrada por un muro blanqueado, que, en una segunda visita y a la luz del día, pude ver que le dan (con los pozos) un aire un poco mejicano ¿Y por qué no? Esta ermita, como muchas otras, se construyó antes del viaje de la Santa María, pero sus remozamientos y añadidos más notables (incluidas las pinturas) son de los últimos tres siglos. Lo que entonces no sabía, y averigüé después: junto a la ermita están los restos de lo que fue ciudad o santuario íbero. Veintisiete siglos os contemplan. Vuelve al Puig (de cena mundana, como nosotros, o de peregrinatio) quien salió de él: como las procesiones y los bumeranes.

Grupo de dansaes durante una peregrinación. | L-EMV POR EMILI PIERA

Como llegamos pronto, pudimos recrearnos (entre esferificaciones de aceituna verde que estallaban en el paladar) en el porche gótico de las caballerizas, hoy sala de banquetes y ceremoniales, y también en la ermita, y hasta en la casa del ermitaño y el bar que completa el lote. Desde aquella altura se divisa el perfecto encaje paisajístico de mar, naranjos y secanos, los cuernos del delta del padre Ebro, los montes en los que los milicianos pelearon metro a metro.

Playa de Vinarós. ED

Magnífica ermita, sobre todo, por los conjuntos cerámicos (paneles decorativos y murales narrativos); algunos, añosos; otros, la mayoría, repuestos o, sencillamente, fabricados en época no muy lejana. Pintada como una alegre bombonera, no hay en ella detalle zafio o torpe. Cuesta creer que doncel con el trapío de San Sebastián fuera el que más iglesias, capillas y ermitorios tuvo en tierras valencianas, pero fue así y quizá siga siéndolo, aunque esta ermita la comparta con la Mare de Déu de la Misericòrdia.

Fiestas de Vinaròs

Toda la mitología devocional en torno a la ermita trasuda prodigio. Tres peregrinos llegan a la ciudad, se encierran durante tres días en una casa y, al cabo, aparece una hermosa estatua del santo, y ni rastro de los cinceladores. Así que los langostinos siguen siendo una buena excusa, pero contención y templanza: Luis José de Vendôme, mariscal botifler al servicio de los Borbones, murió de un empacho. Avisados quedan.