Inexpugnable, sí, Pero hay fuerzas contra las que no se puede luchar. La fortaleza de Benirrama, en la Vall de Gallinera, quedó devastada por dos terremotos. La tierra tembló en 1396 y en 1644. Corona un afilado crestón. Solo un terrible asedio podía rendir este castillo. Pero no fueron las guerras las que lo destruyeron. La maldición sísmica golpeó esta fortaleza de recias murallas (los tramos que siguen en pie tienen un considerable grosor).
Inexpugnable, sí. Todavía hoy. Si algún senderista tiene intención de visitar este castillo del siglo XII se va a dar con la puerta (con la cancela, mejor dicho) en las narices. Esta fortaleza clave en la resistencia de Al-Azraq a la conquista de Jaume I es privada y está cerrada a cal y canto a las visitas. Los excursionistas que no lo saben ascienden por una penosísima y casi desdibujada senda. Cuando llegan a la entrada, comprueban que no hay forma de franquearla. El castillo o lo que queda de él, ya que el tiempo y la naturaleza lo han castigado sin piedad, es de titularidad privada y está blindado. Los curiosos que no intenten colarse. Imposible.
La primera referencia documental que se tiene de esta fortaleza data de 1245 y aparece en el Tratado del Pouet que firmaron en Alcalà de la Jovada Al-Azraq y el infante Alfonso de Aragón. El 1 de junio de 1258 Jaume I lo conquistó. Corona un farallón de piedra y desde allí arriba se controla perfectamente la entrada oriental a la Vall de Gallinera. En el acceso occidental está el castillo de Benissili, también en ruinas.
Es una pena que solo de uvas a peras el propietario acceda a abrir el castillo. El de Benissili, tampoco está para muchas visitas. Hace años se instalaron pasarelas de metal, que hoy están muy deterioradas.
Observada desde abajo, la fortaleza de Benirrama es imponente. Los tramos de muralla que se han conservado y los vestigios de los torreones «nacen» en el precipicio. Esa arquitectura defensiva que aprovechaba la geografía más escarpada es la seña más característica de las fortalezas islámicas de la Marina Alta. El castillo de Ocaive de Pedreguer, el de Ambra de Pego o el de Segària también se alzan en atalayas inverosímiles desde las que se dominan los caminos y veredas históricos entre el interior y la costa de la comarca.