A 38 kilómetros de la ciudad de València se encuentra una de las playas más desconocidas de la Comunitat Valenciana. Durante décadas, sus vecinos han disfrutado de esta privacidad, favorecida por el poco desarrollo urbanístico de la zona a causa de su fauna y su flora. El número de visitantes ha aumentado en los últimos años por el creciente interés por el medio ambiente y las actividades acuáticas, pues en esta playa no solo se surfea, sino que se realiza paddle surf o voley. 

Almardà se encuentra entre Canet d’En Berenguer y Almenara. Para ir es necesario coger el coche, aunque también se puede acceder en autobús de línea desde Sagunt. Cuando el visitante avista el Castillo de la antigua ciudad romana significa que quedan poco más de 15 minutos para llegar a esta playa. El camino por carretera es una sucesión de campos de naranjos. Una antigua barca de pesca da la bienvenida al visitante a la entrada de esta aldea saguntina. 

Playa Almardá DANIEL TORTAJADA

Esta playa vive de espaldas al entorno costero, es decir, a los campos de naranjos, el ajetreo de coches y las zonas comerciales. Todas sus casas están alineadas hacia la costa, por lo que el acceso a sus calles se hace a través de una larga carretera secundaria que pasa por Almardà, Corinto y Malvarrosa, las otras playas de Sagunt. Pocas cosas alteran el transcurso de la vida en esta zona costera, donde todo el mundo se conoce. Solo la ‘gota fría’ logra marcar el día a día de sus habitantes. En esta zona hay una farmacia, un kiosko donde adquirir prensa, comida y artículos de playa, una pequeña iglesia y un puesto de la Policía Local. 

Las playas de esta zona son mayoritariamente de piedras. Almardà tiene la Bandera Azul y la ‘Q’ de calidad turística. Tiene una longitud de 1.650 metros, una anchura de unos 100 metros y destaca por su cordón dunar, parte del patrimonio ambiental de Sagunt, cuidado atentamente no solo por el consistorio sino por colectivos como la Colla Verda, quien se encarga de coordinar plantaciones en el dunar de manera periódica. 

Playa Almardá Daniel Tortajada

Otra de las asociaciones presentes en la zona es Acció Ecologista Agró, con un gran peso en la historia de la conservación ambiental en el Camp de Morvedre. Sus mayores esfuerzos se concentran en Casa Penya, un lugar de peregrinación para aquellos interesados en la biodiversidad. Se trata de una antigua casa arrocera donde se realizan actividades familiares y visitas guiadas y rutas a la Marjal Almardà-Almenara, que se encuentra a sus puertas. Estos ullals son balsas de agua dulce procedente de los acuíferos de la Sierra de Espadán que emerge de forma natural en la zona. Son los restos de las antiguas albuferas que se extendían desde el río Millars, en Castelló, hasta el Palancia, río que atraviesa diversas poblaciones de la zona como Estivella, Albalat dels Tarongers o Petrés. Los alrededores de la marjal mantienen parte del paisaje agrícola tradicional, con cultivos de arroz en primavera-verano y amplias zonas inundadas en invierno.

Los visitantes pueden acceder a esta zona en coche, pero también en bici, transporte que permite recorrer todos los humedales desde Casa Penya, el punto de partida de cualquier visita a la marjal. 

A pocos metros de esta escuela sobre biodiversidad se encuentra la playa Malvarrosa, donde se practica el naturismo. Se encuentra a continuación de la playa de Corinto, y es frecuentada por familias. Junto a esta playa se encuentra el Camping Malvarrosa-Corinto, un lugar de obligada visita para aquellos que quieran disfrutar plenamente de la naturaleza costera. El camping cuenta con una salida exclusiva a la playa de Corinto y su cafetería-restaurante es uno de los lugares más especiales de la zona por sus vistas al litoral. 

Para comer, Almardà ofrece opciones muy variopintas. De hecho, uno de los locales más famosos de la zona es Casa Ruiz, donde se sirve cous-cous. El otro es Les Salines, donde hay tapas tradicionales y arroces. 

Playa Almardá Daniel Tortajada

La zona de Almardà también es un refugio para escritores, artistas y creadores en general que buscan el sosiego necesario para trabajar durante los meses de verano. La mayoría lo encuentran en el Hotel Los Arenales, con vistas al cordón dunar y a la playa.

Cuando va cayendo el sol es el momento para ir a Calipso, un chiringuito sencillo en el que reina la música funk, reggae y hasta el rockabilly. En verano, los gestores, un grupo de amigos amantes de la música y la cultura underground, organizan un programa de conciertos que atraen a melómanos y curiosos que se acaban enamorando del ambiente playero de Calipso, no apto para los más escrupulosos con la arena, ya que el chiringuito pone a disposición de los clientes toallas y sábanas para sentarse en el suelo. Por su escenario, que es una pérgola de madera, han pasado grupos de todo el espectro nacional, desde los gaditanos Cadipsonians, a los valencianos Jamaleònics, Alberto Montero o Yo Diablo