En los dos lugares hay fiesta, o, mejor aún, vísperas, que para los valencianos suelen ser más importantes. Como en les alfàbegues de agosto, una virgen es objeto de veneración porque, muchos siglos antes, la Liga Católica derrotó a los turcos con la ayuda de una rosa mística. También en los dos lugares (en la ciudad y en el pueblo) hay mercadillo: el de los sábados en Bétera y la Fireta d´Aliments Naturals en Olocau. En la Fireta encuentro y saludo a los alcaldes de las dos poblaciones mientras probamos arnadí, herbero y helado de figa palera y de garrofa. Es el fondo recio, ibérico, reseco (aunque el nopal, la palera, sea americano, un forastero con arraigo: hasta Flaubert lo metió en Salambó).

Estas peñas rojas, desde los tiempos de la ciudadela del Tos Pelat y del Puntal dels Llops, han suministrado sillares arrancados de las canteras, taraceados y fatigados, cambiados de sitio, puestos en murallas, templos y palacios, enmascarados de cal, redescubiertos por los albañiles. He visitado dos veces el Tos Pelat, y el arqueólogo me dijo que era tan importante como Edeta. Lo sea o no, nada se movía en la faja litoral o en el mar aledaño que no lo supieran los aguerridos señores de la fortaleza.

Damos un paseo por Bétera. El barranco es una mezcla de alameda y parking, y lo bordean algunas de las villas más distinguidas de la ciudad, aunque en todo su término haya muchas y muy ricas. Las calles conservan el trazado moro en torno a la impresionante fortaleza de los Boil, restaurada con cierto atolondramiento. La iglesia es de un barroquismo deslumbrante: como los trajes, atavíos, sombrillas y chalecos floreados de obreres y majorals fijados en los paneles cerámicos. Ni las calles principales son rectas del todo. El Ateneu recuerda la pujanza de la CNT entre las gentes de Bétera.

El número de la carretera es 333 y se merece esta cifra mágica, pues por uno de sus ramales conduce a Portacelli (que requiere comentario aparte) y por el principal atraviesa el monocultivo del adosado, los pinares algo cloróticos y un extenso cuartel de la OTAN con fuerzas, eso dicen, de despliegue rápido. Bétera tuvo un manicomio y ahora acoge un ala del águila imperial: están locos estos romanos. El caso es que yo sigo y sé que me acerco al rojo dosel que protege Olocau, a la transparencia de la sierra y la libertad de sus dimensiones propagadas, porque los pinos se vuelven robustos y camineros, como grandes lagartos de ceniza levantados sobre su cola.

Record del mundo a la alfàbega más alta. JM López

Olocau está blanca y limpia, deslumbrante por las coladas vertidas por el sol. Voltean las campanas. Paramos a comer. Nos aguarda otra Calderona mucho más bronca y desierta de gentes que dominan, al alimón, algarrobos y espartos, y que, más allá de Gátova, se levanta y retuerce como los olivos martirizados por el estiaje, hasta conectar dulcemente con el mundo del Palancia.