Poblada desde hace más de 2.500 años Requena siempre ha destacado como ciudad a caballo entre la meseta y la costa. Fronteriza, con carácter y llena de contrastes. Todos los pobladores que han pasado por esta zona han dejado en ella su impronta como enclave estratégico que domina la meseta que separa los llanos de La Mancha y la zona costera. La Villa es el espejo de esta riqueza patrimonial e histórica. Se alza sobre una toba caliza desde el que se controla toda la vega del río Magro y es barrio más antiguo de la ciudad.

Las catas arqueológicas realizadas en este enclave confirman que el asentamiento ya existía de manera estable en el siglo VII antes de cristo. La zona más antigua está localizada en las inmediaciones de la plaza del Castillo, donde han aflorado varias viviendas de la edad del Hierro jalonadas por una primigenia calle.

Desde entonces no han dejado de solaparse estratos históricos en el barrio. Como si de un libro de historia se tratase, el barrio de La Villa atesora huellas de todos ellos. Se han encontrado aljibes y hasta un horno de la época imperial romana. Sin embargo, la importancia de la entonces Requena adquirió una nueva dimensión durante el último periodo califal de Al-Andalus. Es el momento de mayor crecimiento de La Villa y a él corresponde la mayor parte de los restos históricos y parte del trazado urbano actual del barrio.

La influencia islámica sobre el asentamiento es innegable. En época almohade, Requena tenía la estructura típica de las ciudades hispanomusulmanas. El acceso al entramado urbano, lleno de callejuelas y calles concéntricas conectadas por pequeños callejones ocultos, se hacía a través de varias puertas y cuestas. La Cuesta del Castillo unía la ciudad con el camino de Castilla y era la entrada original al recinto amurallado. La Villa contaba además con otros accesos situados en cada puntos cardinal. La Cuesta de San Julián o de las Carnicerías, la del Cristo, la Cuesta del Ángel, la puerta de Alcalá y la ya desaparecida de Fargalla.

Cuesta del castillo, una de las entradas
 a la Villa, con la  torre del homenaje 
y la alcazaba en primer plano. I.R.

Cuesta del castillo, una de las entradas a la Villa, con la torre del homenaje y la alcazaba en primer plano. I.R. POR I. ROY

De todo su entramado urbano, la plaza de la Villa destaca como una de sus joyas. Es, junto a la torre del Homenaje del siglo XV, el corazón del barrio y una de las estampas de la ciudad. Sin embargo, la plaza no existía hasta 1685. Fue entonces, en el siglo XVII, cuando se derribaron varios edificios y se abrió la gran plaza mayor rectangular siguiendo la moda castellana. El objetivo de la ciudad era habilitar un gran espacio para albergar los puestos del mercado y poder celebrar festejos como corridas de toros.

En cuanto a edificios singulares, el casco medieval de Requena atesora varias joyas del gótico. Tanto la iglesia de El Salvador como la de Santa María fueron construidas bajo los cánones de la época pero es ésta última la que destaca por su sobresaliente portada gótica protegida por un voladizo de madera. Junto a ellas, la iglesia de San Nicolás fue la primer templo católico que se construyó en la ciudad desde cero. Se mandó construir por los primeros pobladores cristianos de la Villa, 30 caballeros de la nómina del rey y eclesiásticos del obispado de Cuenca, poco tiempo después de haber sido tomada la ciudad y después de recibir la Carta Puebla por parte de Alfonso X en 1257. Tras varias ampliaciones, este templo del siglo XV sufrió una remodelación completa en el siglo XVIII. Fue entonces cuando se impuso el estilo neoclásico al gótico original. Durante la Guerra Civil, San Nicolás fue saqueada y quemada y el templo entró en una fase de gran deterioro.

Interior de la Torre
del homaneja, 
del s.XV. ayto requena

Interior de la Torre del homaneja, del s.XV. ayto requena POR I. ROY

Situado junto a la muralla sur del antiguo arrabal de La Villa, San Nicolás ha sido restaurada y ahora se ha convertido en un museo. En su rehabilitación se ha buscado recuperar la esencia de antaño. La cripta es visitable y se le ha dotado de una cubiera de cristal que permite contemplan los restos de la crucería medieval.

Las cuevas, otro gran tesoro

Más allá de sus templos, hablar de Requena y de la Villa es hablar de sus cuevas. Son uno de los principales atractivos turísticos. Tienen su origen en la propia roca sobre la que se levanta el barrio. La naturaleza cárstica de la roca la hacen especialmente sensible a la erosión del agua y con el paso de los siglos la roca fue cediendo y los huecos se llenaron con arcilla natural. Sin embargo, las cuevas como tal son más obra del hombre que de la naturaleza. Excavadas bajo el barrio, las cuevas formaban parte de las viviendas. De hecho, con los meteriales que se obtenían de la cueva se construían las propias casas. Los usos eran varios. Desde bodegas, almacenes de grano o silos en los que almacenar grandes tinajas de vino o aceite. Las condiciones de constante humedad y temperaturas las convirtieron en auténticas neveras y despensas naturales. Hasta incluso sirvieron a la población de refugio en caso de guerras y asedios.

Cuesta del Ángel, con el museo
Florencio de la Fuente. mfdf

Cuesta del Ángel, con el museo Florencio de la Fuente. mfdf POR I. ROY

Las 22 cuevas que se encuentran bajo la Plaza de la Villa son de época musulmana. Datan de los siglos XII y XIII y tuvieron uso hasta el siglo XVII en que se derribaron las casas privadas y edificios públicos de la plaza. Quedaron semi-colmatadas de los escombros de los derribos, cegadas y cayeron en el olvido de los propios requenenses. Fueron descubiertas, vaciadas de escombros e intercomunicadas por túneles en la década de los 70 del pasado siglo XX.

Durante los últimos 20 años, Requena ha apostado por la cultura y La Villa y su entorno se ha convertido en el epicentro de salas de exposiciones y museos. Además del más reciente, de San Nicolás, el museo del Vino ocupa el conocido como Palacio del Cid. Se trata de un robusto inmueble gótico del siglo XV en el que se aborda de manera expositiva todo el proceso de elaboración del vino y su vinculación de la comarca. La Fiesta de la Vendimia abrió también su museo en el barrio medieval. El palacio es un magnífico exponente de la arquitectura civil del Renacimiento. Fue edificado en el siglo XV sobre el solar de la que fuera antigua residencia del Cid en Requena. Dicen los antiguos romances que aquí tuvo lugar el encuentro de Rodrigo Díaz de Vivar con el rey Alfonso VI para concertar las bodas de sus hijas con los Infantes de Carrión. Leyenda o no, lo cierto es que el Cid estuvo en Requena en el año 1089, como lo recogen las crónicas de la época.

El museo Florencio de la Fuente hace de Requena un referente en el arte contemporáneo. Ubicado en un edificio singular en la cuesta del Ángel, a colección del Museo de Arte Contemporáneo «Florencio de la Fuente» destaca por su diversidad temática, estilística, de técnicas y procedimientos. Firmas conocidas internacionalmente como Miró, Dalí, Tàpies, Rueda, Mompó, Torner o Miquel Navarro se mezclan con jóvenes realidades del panorama español como Castrortega, Villa-Toro, Valribera, Muriel o Plens