Emili Piera

Un nombre que activa la máquina del tiempo y, entonces, se viaja en todas direcciones, incluidas las imposibles, porque Alcalatén significa eso: los dos castillos. El primero, cerca de L’Alcora, se quedó con el nombre y además esta cristianado —moro como fue— por la cercanía de la ermita gótica de El Salvador.

El coche te deja a la vera de la ermita (bello porche con arcos apuntados), pero con las torres y lienzos de la fortaleza aún en pie, a tiro de cámara. Para disfrutar más y tocar la reliquia, hay que triscar un poco por la línea de bajada de las aguas, entre bancales derruidos.

Desde el castillo se percibe

—el yanqui regresa de la corte del rey Arturo— el poderoso eje cerámico, un fiero animal que duerme, como los delfines, con medio cerebro activo y que tiene la cola en Llucena y la cabeza en el mar de Nules y Mascarell. Ahora el eje gira a medio gas, pero hace unos años era la más potente máquina de hacer billetes lo que tal vez explique ciertos misterios profanos como la invulnerabilidad de Carlos Fabra.

El caso es que llegamos a L’Alcora al día siguiente de la Festa del Rotllo, segundo día de Pascua, pero una amable señora nos regala el nuestro (somos peregrinos), de pan ligero y llavoretes. Lo comemos de noche, en casa, con rodajas de tomate, aceite y queso tierno. L’ Alcora tiene, como tantos pueblos valencianos tocados por la prosperidad, roto el viejo corazón urbano, a veces reparado, otras abierto en canal o suplantado por el faroleo brutalista de muchas plantas y poca cabeza.

Mucho más que cerámica

De todos modos, seguimos la recomendación del municipio y vemos sus muy notables piezas sacras: la iglesia de Sant Francesc (ya sin convento), la parroquial (que publicita la Eucaristía como si se tratara de cocina tecnoemocional), la de la Sang (¿una judería?), los colegios religiosos de La Salle y de las monjas de la Consolación, el Carrer dels Moliners, la fragante calle del Venerable Bertrán. Y tras un buen paseo entre secanos y pinares, se llega a Sant Vicent. Este paraje es realmente especial, empezando por sus limpias y amplias instalaciones para el disfrute del ocio en familia y por las dimensiones y belleza de la ermita. Las ardillas saltan en las copas de los pinos. Espacio gratuito y libre para todos.

De vuelta a la plana, hacemos dos pausas: una en el exhausto pantano de María Cristina (entrada tras el restaurante Lago Azul), junto a una zona de parrillas y pinos donde celebra ruidosamente una familia cuadrafónica entre montones de inmundicias del botellón pascual, y otra más en la venta La Gaspara, bar y terraza de moteros con sabor a auténtica roadhouse que me pone el corazón acelerado y angelino.

Si uno oye un nombre, l´Alcalatén, se deja atrapar por el estruendo militar y el choque de cimitarras

• Dormir

Hoteles y paradores

Hostal l’Alcora

Solución modesta y a mano (30-40 euros, precio indicativo). Teléfono 964 362 428.

Hotel Lucena

En Llucena del Cid. Una estrella. Con todas las comodidades básicas. Moderno. (30-40 euros, precio indicativo).

Teléfono 964381064.

•Comer

Restaurantes

el perolet

Nos parece la mejor solución en L’ Alcora. Cocina mediterránea y caza en temporada. A partir de 15 euros. Teléfono 964 386 091

CASA BOU

En Sant Joan de Moró.

Donde se da la mayor concentración de restaurantes de toda la comarca. Casa Bou es famosa por la diversidad y rotundidad de sus raciones y esmorzarets. Cazuela de almejas (8 euros). Rabo de toro (8 euros). Para reponer fuerzas antes o después de una simpática excursión al Mas de Flors, refugio del pintor Juan Ripollés.

Teléfono 964 328 155.