No quiero ni pensar la trastienda, las conversaciones, el antes de lo que se vio en Telecinco, que dedicó un especial a Marta del Castillo, ya saben, la chica de la que han pasado 1000 días de su desaparición en Sevilla a manos de unos desalmados que han dicho ese cadáver es mío pero se niegan a señalar dónde encontrarlo. Todo este asunto da asco. Si lo toca la tele, hay que ponerse en guardia. Si la tele es Telecinco, apesta. Lo que uno no entiende, ni poco ni mucho, es la colaboración de los padres de la criatura en ese juego obsceno de rentabilidades comerciales. Uno entiende que al principio, cuando apenas nada se sabía, la desesperación les llevara al peor escenario posible y entraran en la pista a merced de los domadores con garras de león, espíritu de hiena, y maneras de peluche.

Pero a estas alturas, con el juicio a la espera de veredicto, no. No tiene sentido. A quien se le ocurriera liar a Eva Casanueva, madre de Marta, para que leyera una carta ante la cámara dirigida a Miguel Carcaño, declarado autor del crimen, sabe de qué va el rollo del espectáculo de variedades, que como su nombre indica toca todos los palos, y el pez gordo de una familia destrozada es mucho pez. Hace unos días, la mamá dijo, a raíz de la conocida entrevista en La noria a la madre del Cuco, tiro que le salió por la culata a la cadena, que no quería acudir al mismo plató porque no quería fomentar el show en televisión. Vaya. A los pocos días, no sólo ella sino su marido, el papá de Marta, compartían pocilga con Nacho Abad, el carroñero que alimenta la parte oscura de Ana Rosa Quintana. Y ahora la carta al asesino de su hija. ¿Para que diga dónde está el cadáver? Su ingenuidad, ni conmueve. Fomentando el show, otros hacen caja.