Suelo leer a Arcadi Espada y en la mayoría de las ocasiones no estoy de acuerdo con sus argumentos ni en cómo los expone. Pero, pese a no pensar como él, me atrae su manera de revisar las ideas comunes y los lugares hechos y, sobre todo, la belicosidad de su defensa de un tipo de periodismo que cada vez más difícil de encontrar. Después, que sea además un personaje mediático y polémico, que se le recuerde siempre como fundador de Ciudadanos y se le califique inevitablemente de «botifler» ya me da un poco igual. Ya se apañará.

Hace algunas semanas leí su página en El Mundo contando su mala experiencia en el «Chester» de Risto Mejide. Contaba que había aceptado participar en el programa de Cuatro porque las ideas sobre los nacionalismos de su presentador (ideas de Risto, ojo) «no estaban mal», que había entrado por vanidad en el juego de la entrevista pese a la sensación de que le estaban tendiendo una trampa, y que al final se había tenido que levantar del sofá dando por finalizado el encuentro. Aunque durante la entrevista se cuestionaron los planteamientos sobre el feminismo, la «manada» o Camps expresados por Espada en sus escritos, lo que desencadeno el escándalo fue un comentario del periodista catalán sobre las consecuencias de no abortar cuando se detecta que va a nacer una persona con una «discapacidad futura». «Ellos -en referencia a quienes se oponen al «aborto de los fetos» donde se detecte la discapacidad- tratan impunemente de imponernos su particular diseño eugenésico: hijos tontos, enfermos y peores», decía el artículo de Espada que Mejide destacó para cuestionar la moralidad del invitado. En mi caso, poca duda. Más allá de lo que piense cada uno sobre el aborto (supongo que la mayoría de los que apoyan está práctica defiende la libertad de la madre de aplicarla ante «discapacidades futuras») los términos usados por Espada son inapropiados, ofensivos y, por tanto, innecesarios. ¿Pero fue lo único inapropiado, ofensivo e innecesario del programa? Yo también vi a un mal presentador que pedía razones al entrevistado para interrumpirlas a su antojo mientras le intentaba convencer -al entrevistado y a la audiencia- de que él «no estaba para juzgar». Y también a un comunicador suficientemente canalla para acompañar con la banda sonora de la película Forrest Gump la intervención del padre de un niño con síndrome de Down que estaba ahí para denunciar las palabras de Espada antes de que dieran paso a la publicidad. Quizá les parezca esto último poca cosa, pero para mí es bastante significativo de las intenciones con las que Risto afronta su trabajo en televisión. A mí hay cosas (entre ellas, entrevistas y programas) que me sobran.