Te gusta «Vis a vis»? ¿Estás deseando hincarle el diente a «Vis a Vis: El Oasis»? ¿Formas parte de esa «marea amarilla» que constantemente resucita una serie que cada vez que termina una temporada se despide para siempre pero luego vuelve? ¿Quieres saber cómo acaba «Vis a vis» de verdad, pero de verdad de verdad, no como los otros finales que solo fueron de verdad de mentira? Pues cuidadín.

Hay promociones tan entusiastas que acaban en amenazas. La de «Vis a vis» de Itziar Castro (Goya Fernández) es para salir corriendo. Así promociona la quinta temporada: «Conserva el ser trepidante, ser una montaña rusa de emociones. Vas a sentir de todo, vas a reír, vas a llorar, vas a cabrearte, vas a querer matar». Vale que uno quiera reírse, llorar o cabrearse, pero ¿y si uno ni quiere matar ni quiere querer matar? Bien está vivir una montaña rusa de emociones con «Vis a vis», sentir alegría y reír, sentir tristeza y llorar, incluso sentir ira y cabrearse, pero que el cabreo te haga querer matar es aún peor que te lleve a decir palabrotas como «córcholis» o «repámpanos» que hacen llorar al Niño Jesús. Gestionar las emociones no es fácil, y en la tele, menos.

Hace un año, el escapista Pedro Volta estuvo cuatro minutos en parada respiratoria tras un accidentado número. El viernes volvió a intentarlo en «Got Talent España» y tuvo que ser rescatado mientras sufría un síncope y convulsiones. Después, dijo que no volverá a hacerlo («Creo que he conseguido lo más importante: superar mi miedo»), pero lo defendió porque quiere educar a su hija «no en el miedo, sino en la superación». Con suerte, algún profe de biología explicará a su hija que el miedo es una emoción adaptativa que puede salvarnos la vida y evitar que ganemos un Premio Darwin por hacer el gilipollas. Con mucha suerte, nadie más se jugará la vida como Volta para que Mediaset haga negocio, ni se esconderá tras coartadas como la de Risto Mejide («A mí no me ilusiona que te juegues la vida, pero respeto que quieras hacerlo»). Aquí, ni nos ilusiona ni lo respetamos ni respetamos su respeto, pero, eso sí, sin querer matar a nadie.