Antes de iniciar el recorrido de la tercera década, escuchaba de los que han vivido más, aquello de que a partir ahora la vida pasa que ni te enteras. Cierto, porque estrenados los 40, la sensación es de carrerilla vital; que 2010 es un anteayer, que cuanto más vivido más hay por recordar, y más espacio hay que liberar en nuestro disco duro para dar cabida a tanta nostalgia. Alimento la morriña cada día en un Spotify que me conoce, a veces de una forma inquietante, sabe perfectamente que aquí uno pegaba brincos a golpe de Blur y Suede en aquellos maravillosos noventa.

Los sonidos que alimentan la memoria se suceden cada semana acompañada de imagen y rótulos que son oro en esa maravilla mayúscula que es «Cachitos» de La 2. La publicidad también conoce a los de nuestra generación y lo retroochentero está a la venta. Precisamente, los anuncios son parte importante y contenido sagrado de las televisiones privadas en su programación, de hecho, hubo un tiempo en el que popularmente se decía que Antena 3 emitía sus programas en medio de la publicidad, con cortes eternos, en una era en la que tan sólo convivían seis canales. Este aspecto se obvió, claro, en el programa especial para celebrar que la cadena ya está en la treintena. Para soplar las velas en San Sebastián de los Reyes se rememoró espacios, caras y momentos emitidos. Hay que decir que en su fiesta no se estiraron mucho y que la segunda mitad de la barra libre de archivo audiovisual estuvo dedicada al autobombo de sus formatos televisivos más recientes, los cuales todavía no se pueden añorar porque no ha pasado tiempo. Valió la pena en cambio volver a aquellos inicios en los que se abría una ventana nueva recibida y hecha con emoción: La blancura entrañable de «Farmacia de Guardia»; el germen de la telerrealidad sin pudor en formatos espectaculares como «Sorpresa Sorpresa» o «Lo que Necesitas es amor»; el show de masas familiar como «El Gran Juego de la Oca» con unos grandes presupuestos imposibles de ver en la tele de hoy; la conmoción del 11-S narrada por Matías Prats en uno de esos momentos en los que todos sabemos que estábamos haciendo en ese instante de nuestras vidas. Un buen puñado de páginas de una historia catódica privada que hoy continúa escribiendo capítulos que no son los analógicos de entonces, hoy digital en una TDT que por cierto hay resintonizar, otra vez, lo haré para seguir de vez en cuando la andadura de este canal para seguir almacenando algún que otro recuerdo que añorar, que no se me olvide.