La primera superluna del año ha saludado la nueva etapa de Alfred Costa en À punt con desdicha. Si el domingo la mascletà sufrió un corte durante unos minutos, el lunes le preguntaron al conseller « Vicente» (sic) Marzà, presente en el balcón del Ajuntamiento, por la sinfonía pirotécnica. El primer error es achacable a la producción externa de la retransmisión de «Mascletà-La Prèvia» y el segundo a la nula cultura botánica de la entrevistadora, con lo que eso comporta. Aunque la culpa es del cha cha cha, se espera que Costa actualice todos los magazines. Para los espacios de estas Fallas llega tarde, estaban adjudicados y la emergencia sanitaria actual ha hecho el resto. El lunes por la tarde había una tertulia que desmontó las marchas del 8M que ya hubiera querido para si Ana Rosa. Donde no podrá hacer nada el nuevo mandamás de la televisión pública es en cambiar esos informativos desganados que puso en marcha el equipo de Empar Marco, que se despidió de los empleados a la francesa. La ley que redactó el exdiputado Montiel, y que aprobó por lo bajini el Botànic, es sovietismo en estado puro. Tanto que ahora los que quieren marcar a Costa con un jefe de informativos más cercano a la vicepresidenta que al presidente del Consell, se han dado cuenta que no pueden. Para que lo entiendan, el nuevo director general tiene prohibido nombrar a su personal de confianza, que debe ser elegido por un procedimiento de concurso público, donde cuentan el currículum y la entrevista, y que en el caso del responsable de informativos debe tener el vistiplau de un ente abstracto donde los atrincherados disponen de veto. Se podría dar el caso que la máxima puntación la tuviera, por ejemplo, el director de los telenotícies de la extinta Canal 9 durante la visita del Papa emérito. Por cierto, muy escasa la pieza sobre el juicio de la Audiencia Nacional sobre la pieza separada de la Gürtel valenciana que investiga el contrato adjudicado a RTVV para retransmitir el mensaje de Benedicto XVI al mundo. Como de eso sabe mucho la mayor redacción de media de esta orilla del mediterráneo, lo propio hubiera sido organizar un megadebate, presentado por algunos de aquellos protagonistas de hace catorce años -la mayoría sigue en la casa-, donde testimoniaran en primera persona quién dio la orden de manipular la visita del santo pontífice para ocultar el accidente del metro. Lo que espero de Costa es que encargue lo antes posible una serie que se titule «Gürtel», donde Al Pacino sea el justiciero estilo «Hunters» (Amazon Prime), acompañado de Donald Sutherland como un fiscal incorruptible tipo «Crossing Lines» (Netflix). Aunque ahora no sé si los guionistas deben ser elegidos por un tribunal público que presida «Vicente» Marzal.