El resurgir de Rocío Carrasco cual ave fénix tatuada en su espalda está agitando no solo una historia personal de presuntos malos tratos, infidelidades y enfrentamientos en los tribunales con Antonio David Flores, sino además el trasfondo del negocio de la crónica rosa. Las horas y horas tratando el tema dan para un recital de hemeroteca sobre cómo se ha llegado hasta aquí, portadas y apariciones televisivas mediante. Paparazzis retirados airean sus acuerdos con la pareja y colaboradores en activo rememoran aquellos sucesos cubiertos hace veinte años. Avisos a fotógrafos a cualquier hora, montajes, posados y robados, todo un tinglado conocido y contado del que nos están impartiendo una clase magistral.

Ese backstage que tanto le gusta enseñar a La Fábrica de la Tele en sus programas se ha convertido en un ingrediente más del espectáculo Rociíto, con comunicados de la dirección leídos en directo rebatiendo el argumento de la exclusiva previo pago que desentona con «el relato» o más bien justificando la intención de la protagonista, quien habla por recomendación de sus terapeutas. Cobrar, ha cobrado, aunque no dijeron cuánto. Lo justo por 60 horas de rodaje. Parece ser que Carrasco eligió la cadena en la que ver a su hija y al padre en «GH VIP» la condujo a un intento de suicidio porque, a pesar de que Flores estaba en nómina de la productora, es muy amiga de David Valldeperas, director de «Sálvame», con el que coincidió en el «Día a Día» de María Teresa Campos cuando era ella quien trabajaba en la tele. Los tejemanejes son de tal calibre que los responsables del magacín insignia de la factoría han denunciado, esta vez sin comunicado, solo a través del pinganillo de Carlota Corredera, que Antonio David tiene grabadas conversaciones con ellos, aunque no están muy preocupados porque suponían que con el ex guardia civil siempre podía estar el piloto rojo encendido. También Antonio Montero graba todas las llamadas telefónicas entrantes por defecto. En este escenario propio del espionaje industrial se cuenta que el motivo de que Rocío Jurado no se atreviera a demandar a su yerno en su momento es una cinta comprometedora, según dice uno de los expertos en plató –explicar quién es ocuparía media columna-. El acusado lo niega, pero no me digan que, con Emilio Rodríguez Menéndez como estrella invitada, la trama no está adquiriendo aroma de cloacas que, aunque perfumadas de rosa, ríete tú de las de Villarejo