A sus 73 años, la voz de Joaquín Sabina suena a primavera antigua, a cierzo de enero, a organillo del casticismo. Pero sigue surgiendo de las profundidades como un animal solar y sigue igual de enjoyada y elegante que siempre. Discontinuo y tormentoso, Sabina es una especie colosal que tiende a extinguirse en un mundo que ha atomizado la vida. Y que siempre viste enlutecido como si hubiese tenido alguna desgracia familiar.

 “Me considero incapaz de mejorar las viejas canciones que he hecho”, asegura Sabina, ese tahúr que no se cansa de apostar, a la última pregunta que le lanza León de Aranoa y que lleva por título una canción suya: “¿Has hecho la canción más hermosa del mundo?”

Esa es una de las frases extraordinarias que rebosa Sintiéndolo mucho, un documental de dos horas que retrata sin filtros a un cantautor que aparece revestido como un héroe tornasolado y resucitado después de su caída en el concierto del Wizink de 2020: “Coño, Fernandito, no me jodas, no irás a empezar la película con la hostia que me di, ¿no?”

Sabina aparece más cercano que nunca y se transforma en el poeta que más canta, en el hombre que más equilibrio hace sobre su carnívoro tiempo de alcohol y tabaco, en el taurino que es amigo de José Tomás y en el cantante que llega a la memoria de generaciones enteras: “Las grandes obras están escritas por borrachos, drogadictos y pendencieros”, asegura antes de una carcajada fuerte y cálida que retiene unos segundos muy largos mientras sonríe y enseña unos dientes de lujo. Una imagen recurrente a lo largo de la cinta.

La filmación de las entrañas mismas del proceso de creación de las canciones es uno de los puntos álgidos de la obra. El viaje hasta Rota con furgoneta junto al poeta Benjamín Prado, con el que discute hasta por una coma, es un ejemplo considerable de ello: “Con Benja no he discutido por una mujer, pero sí por los versos”.

Y es ahí en la costa gaditana donde el cantante revisita poderosamente los enclaves más fértiles de su memoria para llegar a los hechos evocados en sus canciones, escritas con salpicones de whisky, tabaco y algo más: “Lo que canto en mis temas, lo he vivido. Soy incapaz de inventármelo”. Es en esta casa donde han surgido las mejores canciones al lado de los poetas Ángel González, Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, José Manuel Caballero Bonald o Almudena Grandes.

Joaquín Sabina y Fernando León de Aranoa Avalon

No es un documental al uso porque no avanza cronológicamente por su vida, pero sí que su biografía privada queda revelada de forma adecuada por las indagaciones que hace en directo con León de Aranoa tras casi quince años de rodaje. Sus razonamientos estéticos sobre poesía, sus meditaciones generales sobre la vida y el amor, sitúan a Sintiéndolo mucho como una desgarrada introspección de Sabina, definiendo con palmaria nitidez los ingredientes que lo han acompañado toda su vida: “Las mejores canciones de amor son las de desamor”.

Pese a los escarceos con ese constructor de desgracias como son las drogas, por las que confiesa que siente “nostalgia”, Sabina se revela como un gran vitalista, con ese deseo vehemente de vivir por allí donde camina. Lo demuestra desde Ciudad de México, pasando por su Úbeda natal, hasta la plaza de toros de Las Ventas y luego la de Aguascalientes, con la presencia de José Tomás incluida, ese torero que se parece a un dios.

José Tomás, esa mezcla hierática de héroe y mártir, y él han querido envejecer sin dignidad, poniendo su vida en juego en muchas ocasiones. Y todavía nos siguen emocionando: “El toreo es así. Si no tuviera este tipo de desgracias sería un circo. Has visto cómo los otros toreros quitaban la pierna y él la dejaba. Me emociona mucho este chico”, explica el cantante al director de cine minutos después de la gravísima cornada en la femoral, mostrada sin edulcorantes en primer plano.

“No me puedo subir ahí y no decir que lo están operando”, asegura en el camerino antes de salir al escenario, mientas cantaba De purísima y oro, esa canción sobre el impacto tremendo que supuso la muerte de Manolete en Linares, y casi no le salía la letra. Su mujer ya había vuelto de la plaza de toros de donar sangre.

Claro, es que el documental es clave en ese aspecto: hace pedagogía sobre el mundo del toro. José Tomás se muestra como un ser único, heroico, y tiene más presencia que Joan Manuel Serrat. Se enseña que los toros hieren y pueden llegar a matar, y sobre todo, que el toreo es un rito mágico, casi inabarcable. Igual que la figura de Joaquín Sabina.