El rosco de Pasapalabra es, sin duda, la prueba estrella del concurso más visto de la televisión en España. Al menos en estos momentos. Pasapalabra registra casi cada día imponentes cifras de audiencia gracias a la expectación existente entre los telespectadores, ansiosos por saber quién de los dos concursantes, Rafa u Orestes, se lleva finalmente el bote, que ya acumula 1,87 millones de euros.

Cada concursante tiene un rosco diferente y la audiencia, desde tiempo inmemorial, elucubra sobre la dificultad de cada prueba en función del concursante que deba resolverla. Así, no faltan los seguidores que apoyan sin fisuras a uno de los aspirantes y que acusan (veladamente en ocasiones y de manera directa en otras) al programa de intentar favorecer a un concursante frente al otro.

Pero, en realidad, cada tanda de las 25 definiciones que componen el rosco se deposita al inicio del programa en un sobre con el color naranja o azul en función de quién vaya a ocupar cada atril. Y esa posición se adquiere en función del tiempo que obtengan los concursantes en las otras pruebas: a más segundos, color azul; a menos, color naranja. Por lo tanto, es el azar el que determina qué definiciones debe resolver cada aspirante.

Los secretos del rosco de Pasapalabra

Pero, ¿cómo se hace cada rosco y quién se encarga de elegir las definiciones? Esa es, de hecho, la pregunta que todos los espectadores se han hecho alguna vez mientras ven el programa e intentan resolver la prueba estrella y la que da acceso a una suculenta recompensa.

Según Rafa Guardiola, quien fuera director de Pasapalabra durante 11 años y que luego fichó por Antena 3 para continuar con el concurso tras su mudanza de cadena de televisión, es un equipo de varios guionistas el que se encarga de preparar las definiciones y elaborar cada rosco. Así, no está en la mano de una única persona, sino que son varias las que deciden qué preguntar y cómo.

Orestes y Rafa se baten cada día en el rosco de Pasapalabra para conseguir el bote.

Primero seleccionan las definiciones y, luego, se les da un toque personal para que se comprenda bien cada enunciado, para que sea fácil y rápido de leer y para cumplir con un lenguaje televisivo en lugar de académico. De ahí, a la lingüista, quien debe comprobar que no haya fallos en la formulación de cada pregunta.

A continuación, se somete cada rosco a las personas del equipo para ver si ambas pruebas están equilibradas. Si es así, pasan a la dirección de Pasapalabra, que debe intentar resolverlos para comprobar, una vez más, que tengan el grado de dificultad adecuado. Y otra vez más a la lingüista para el último chequeo. De ahí, a los concursantes.