Orestes Barbero, el concursante de Pasapalabra que ha batido todos los récords de permanencia en el concurso y que desde hace meses se mide cada tarde con su rival, Rafa Castaño, para ser el primero en conseguir el bote, ha cambiado de estrategia y ese movimiento le ha conseguido el triunfo absoluto.

El burgalés, que esta misma semana cumplió 26 años y que ya lleva acumulados cientos de miles de euros, siempre se ha destacado por afrontar los roscos de Pasapalabra con valentía y coraje, arriesgando y jugándosela en cada definición. No importa si está seguro o no de la respuesta, si cree que la sabe, contesta y se la juega.

Esa actitud le ha llevado a conseguir grandes triunfos pero también sonoras derrotas, porque su contrincante, Rafa, siempre ha mantenido la calma y el aplomo en Pasapalabra: de hecho, sólo suele contestar las definiciones de las que está seguro. Así ha conseguido aprovechar los fallos de Orestes y acabar ganando el programa aunque él tampoco supiese todas las respuestas.

El rosco de Pasapalabra

Sin embargo, en la última edición de Pasapalabra, la que emitió el jueves 22 de diciembre, Orestes se mostró sensato, cauto y caminó con pies plomo hasta el punto de responder únicamente aquellas definiciones de las que estaba seguro. Aún así, logró 10 aciertos de un tirón mientras colocaba gran parte de la presión sobre su rival.

Ese empujón le llevó a tener pendientes únicamente un puñado de palabras y afrontar la segunda vuelta del rosco de Pasapalabra con tres palabras por acertar. Se tiró a la piscina con la primera y no erró el tiro: era la contestación acertada. Segunda definición: pide cambio de turno al solicitar Pasapalabra.

El turno está ahora en el terreno de Rafa Castaño. Él sigue jugando como suele hacerlo: con calma y total seguridad en sus respuestas, puesto que sólo juega cuando está convencido (o casi) de que no va a fallar.

Vuelve el turno al atril de Orestes. Sólo le quedan dos definiciones por resolver. Tiene una respuesta en mente, pero no está 100 % seguro y prefiere reservarse. No contesta y deja pasar el tiempo. Tiene todo el rosco completo a excepción de dos palabras.

Cuando se agota su tiempo, da la respuesta que cree que podría ser: versiculario. La habría acertado, "pero como no me sabía la otra, ¿para qué arriesgarme?", admite Orestes. La respuesta habría sido la correcta y se habría quedado sólo a una de completar el rosco y embolsarse el bote, pero ha preferido ahorrarse un posible error que lo podría haber penalizado.

Pasapalabra: Orestes y Rafa se enfrentan cada tarde en el rosco.

El turno vuelve a Rafa, que debe jugar contra sí mismo porque Orestes ha agotado su tiempo. Va acertando las definiciones hasta que le quedan sólo tres. Tiene que arriesgarse si quiere empatar con su rival. Se la juega, no le queda otra... y falla.

Por esta vez, Orestes ha sido prudente, ha utilizado una estrategia similar a la que emplea Rafa y le ha ido estupendamente, tanto como para acabar ganando el rosco de Pasapalabra y metiéndose en el bolsillo el premio correspondiente a ese programa. Y, sobre todo, salvándose de la silla azul, la tortura más temida por los concursantes.