Al Gobierno le gusta cuando callas, porque estás como ausente. Veo la frase en una red social, parodia de la bella de Pablo Neruda, que no la pensó para este asunto, y sólo quien se hace el sordo puede no escuchar que en Madrid, el 25-S, la calle hervía en un clamor contra el Gobierno y los apoltronados diputados que viven en su jaulilla de cristal. Para que el estruendo no alcanzara los oídos de sus señorías, la policía taponó los alrededores, de forma que, sin quererlo, las imágenes que llegaban a casa recogidas por la televisión daban la imagen cabal de la protesta. Las calles de alrededor, desde donde los reporteros de las cadenas entraban en directo, me recordaba a la imagen irreal por fantasmagórica del plano de Abre los ojos, la película de Alejandro Amenábar, en el que Eduardo Noriega transita por Gran Vía madrileña vacía. Pues igual.

Esa imagen de desolada ensoñación, sin transeúntes, habla de la distancia entre la casta política y la calle. Los responsables del orden público explicaban las razones de la medida por seguridad. Pero la sensación era otra, se certificaba que los políticos están allí, y el ciudadano aquí. Cada cual en su mundo. Más tarde, para que no faltara nada, en La noche en 24, del Canal 24 de TVE, Ignacio Camacho se mostraba muy preocupado, pero por la imagen que los medios internaciones dieran de España "al magnificar las protestas", que para Jesús Rivasés eran cosa de "estos chavales".

Aún faltaba la guinda. La puso José Bono, que anda ajetreado vendiendo su tocho de memorias, memorias que serán recogidas no en un volumen ni en dos, sino en tres, que la suya es una memoria del copón. Amén. Escuchándolo, uno entendía mejor la protesta. Que acaba de empezar.