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Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: Julia, crónica de su cáncer contada por ella misma

Julia Otero.

En 30 años que llevo pegado al cristal del televisor nunca había visto, con ejecución tan impecable, la crónica de una enfermedad contada por la misma persona que la padece. Estoy hablando de Julia Otero en ‘El hormiguero’ (A-3 TV). Sin melindres ni sensiblería ñoña, sin dramatismo siquiera, pero con la emoción de un didactismo humano excelente, fue contando Julia su propia crónica de cómo está viviendo el cáncer que hace un año le sobrevino de golpe. Contó el primer día de quimioterapia. La primera sesión de ese veneno que le inyectaban a través de la subclavia para que acabase con todas las células cancerígenas que pueda haber en su cuerpo. "Son células egoístas, inmortales y viajeras. Son malignas. Son traidoras. Viajan, huyen, a infectar otra zona".

¡Ah! Qué metafora puede desprenderse de esta explicación, le decía Pablo Motos. Tiene razón. Todo cuerpo social tiene sus células egoistas que emponzoñan el conjunto letalmente. Contó también Julia lo que les pasa a las células buenas: el chorro de veneno también mata a muchas de ellas. Se sacrifican por el bien común de aquel cuerpo humano enfermo. Otra metáfora que puede extrapolarse socialmente. Siguió explicando Julia que esa primera sesión de quimioterapia produce en el alma otros efectos. Miedo profundo e intenso. Todo el cuerpo tiembla. "Me dijeron que en ese momento toda tu vida pasa, en un instante, por tu mente. A mí me pasó la vida no vivida, la que he soñado que va a suceder". Se refería Julia a esa tremenda zozobra, tan humana, de no saber si lo que has soñado que harás en el futuro, podrás llegar a verlo. O sea, la incertidumbre de si acaso la muerte está llamando a tu puerta.

Incuestionable valor y utilidad social la de esta crónica del cáncer de Julia Otero contada por la propia Julia Otero. Ha sido la voz de los miles que también lo han padecido y superado, o todavía lo padecen, y que no tienen una cámara, un micrófono, para hacerlo. En un momento dado contó la anécdota del taxista que la llevó a ‘El hormiguero’. Le dijo, reconociéndola por la viveza de sus ojos: "Quítese la mascarilla, por favor. Quiero ver como está, cómo ha quedado". Aquel taxista era un fan, un admirador. Lo dijo con la mejor intención. Julia, con o sin mascarilla; de frente y de perfil; por fuera y por dentro; en la tele, en la radio, y en la vida corriente y moliente, sigue estando estupenda.

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