Desde que Jordi Pujol, en una rueda de prensa, hace muchos años, acuñó la frase "Això no toca" como forma de negarse a responder a las preguntas de los periodistas, el término ha tenido en la clase política un éxito bárbaro.Y lo han enriquecido con muchas subvariantes.
A Pujol, en aquellos tiempos, la clase periodística le reíamos aquella forma de no querer responder. Hasta lo considerábamos una genialidad. Era aquella época en que, por ejemplo, Juan Carlos I también gozaba del aplauso periodístico y le llamábamos ¡qué campechano!
Hoy los políticos han perfeccionado aquella trampa ante los micrófonos y las cámaras. Son habituales las respuestas que nada tienen que ver con lo que les preguntan, incluso surrealistas ruedas de prensa en las que a la prensa no se le permite preguntar.
En esta farsa contínua distingamos hoy al vicepresidente de Castilla y León, Juan García Gallardo (Vox). Nos enseñaban en ‘Al rojo vivo’ (La Sexta) cómo respondió, en Ávila, a las preguntas de un nutrido grupo de periodistas. Le preguntaron: "El presidente Mañueco ha dicho que no al ‘protocolo sobre el aborto’ que usted impulsa. ¿En qué quedamos, hay protocolo o no hay protocolo? / Si el protocolo no se implanta ¿qué medidas tomará? / ¿Descarta o no descarta un adelanto electoral?". Y el vicepresidente Gallardo iba repitiendo, como un mantra aprendido de memoria: "Somos un Gobierno fuerte, unido y estable. Somos un Gobierno fuerte, unido y estable..." y así hasta que acabó el encuentro.
Esta perversión de lo informativo, despreciando no solo a los que preguntan sino a toda la ciudadanía que tiene derecho a saber, es una trampa que se prodiga. El político con cargo de Gobierno tiene la obligación de responder a las preguntas sobre la forma en que maneja su poder. Al contrario de los imputados en un proceso penal, el político con responsabilidad de Gobierno no tiene derecho a mentir, ni a engañar contestando cosas inverosímiles con manifiesta cara dura.
Ayer Eduardo Zaplana fue entrevistado en ‘Salvados’ y reveló que fue avisado con antelación de que la Guardia Civil le iba a detener. "¿Quién le avisó?" le preguntó Gonzo. Respuesta: "Eso no se lo voy a decir". En este caso su negativa a responder queda en parte paliada por su confesión: gozó del ilegal privilegio de ser advertido antes, que es lo grave.