La misteriosa desaparición de la joven canadiense Elisa Lam supuso el último episodio en la leyenda negra del hotel Cecil de Los Ángeles. La enorme repercusión que tuvo ha dado pie a una nueva miniserie documental true crime de Netflix. Cuatro episodios componen Escena del Crimen: Desaparición en el hotel Cecil, título que nos hace suponer que en el futuro tendremos nuevas entregas para analizar otros sucesos. El caso de Elisa Lam se convirtió en un fenómeno viral a raíz de que la policía, para pedir la colaboración ciudadana, hiciera público un enigmático vídeo captado por las cámaras de seguridad del establecimiento que mostraba la última vez que la víctima fue vista con vida. No se sabía dónde estaba, pero jamás salió de allí. Su extraño comportamiento desató todo tipo de especulaciones en la red. El vídeo llegó a alcanzar en muy poco tiempo la friolera cifra de 25 millones de reproducciones en todo el mundo. El propio documental se encarga de recordarnos que en aquella época (estábamos en 2013) la palabra viral no tenía las connotaciones que tiene hoy. El enigma reunía todos los elementos para apasionar a miles de personas. El problema es que luego viene la realidad y nos tumba esa teoría tan fantástica que nos habíamos montado en la cabeza.

Han pasado ya ocho años desde que esas inquietantes imágenes sacudieran al mundo. Tiempo más que suficiente para que alguien viniera a hacer un documental sobre lo ocurrido y separar la paja del grano. Posiblemente, muchos hasta ignoren cuál fue el desenlace de este misterio, así que es mejor dejarse sorprender por los giros que va dando la trama hasta llegar a donde los realizadores querían llegar y que no haya spoilers. La leyenda negra del establecimiento y los truculentos hechos que sus paredes han visto desde su inauguración en 1927 no son más que el contexto. El verdadero objetivo de esta serie son los ciberinvestigadores aficionados. Si el documental desde el principio hubiera puesto todas las cartas sobre la mesa, sabiendo lo que ya se sabe, la cosa no hubiera dado para tanto. Precisamente hay quien le ha reprochado que antepone el suspense a la verdad. Una crítica injusta porque con esa jugada lo que se pretende es poner ante nuestra mirada lo fácil que es dejarse llevar por las teorías conspiranoicas. Lo importante no es mostrar lo que pasó, sino mostrar el fenómeno alrededor de la joven tristemente desaparecida. No faltaron aquellos influencers sedientos de clicks que se paseaban palo de selfie en mano por los últimos lugares que recorrió Elisa esperando encontrar algún fantasma o algo así, mientras se parten de risa.

El escenario daba mucho juego. La historia del Hotel Cecil inspiró a Ryan Murphy para la cuarta temporada de American Horror Story. Sí, la de Lady Gaga. En aquella ocasión, era bastante más interesante su planteamiento que el resultado. Tras unos primeros episodios prometedores, la temporada perdió fuelle por todos lados y al final acabó siendo una de las peores de la serie. Quizá uno de los problemas era que se desvió mucho y se pasó de frenada en su histrionismo, arrebatándonos la fascinante historia del hotel y convirtiéndose en una absurda historia de vampiros. O yo que sé qué era. El Hotel Cecil fue inaugurado en el año 1927 en pleno centro de Los Ángeles. Dos años después llegó la crisis de 1929 y no tardaría en cimentar su leyenda. Un enorme mazacote con más de 700 habitaciones, que se acabaría convirtiendo en refugio de toda una serie de seres marginales. Personas que eran asesinadas en su propia habitación para ser robadas, suicidios de individuos desesperados y huéspedes que eran verdaderos psicokillers. El hotel cerró sus puertas en 2017 tras su venta a un promotor inmobiliario de Nueva York y que está llevando a cabo una reforma en profundidad de las instalaciones para romper con su oscuro pasado.

Volviendo al documental, el misterio en torno a lo sucedido con Emily Lam alimentó al troll de Internet, ese territorio donde campan a sus anchas los expertos "cuñaos". Aquellos que hoy son críticos de series, mañana expertos en pandemias y pasado en criminalística. A pesar de que el hotel lleva años cerrado, recomiendo un paseo por las reseñas que aún hoy siguen apareciendo en Internet donde siguen proliferando las gracietas hacia su leyenda negra. La desaparición y muerte de Elisa Lam supuso todo un reto para los ciberinvestigadores. La joven dejó un diario en Tumblr cuyas entradas fueron tan analizadas como el susodicho vídeo. Aún después de su muerte, siguieron apareciendo nuevas publicaciones, ¿Mensajes programados o algún hacker gracioso? La cultura del click premia a aquellos que consigan el titular llamativo y que anime a entrar en la página. Poco importa que tenga algo que ver con la verdad, Las teorías de la conspiración no tardaron en aparecer. Cada día se podía encontrar alguna extraña coincidencia en el caso de la desaparición de la joven. Hasta las redes dieron con un presunto culpable. Una persona que fue linchada mediáticamente, aunque al final todo resultó ser un bulo como ése del WhatsApp que de ve en cuando llega a nuestros teléfonos alertando de la presencia de una furgoneta que ha intentado llevarse a un niño de un colegio. Es todo un poema ver en el documental la cara de alguno de esos investigadores aficionados teniendo que tragarse algunas de las cosas que dijeron. Algunos hasta parecen desolados al descubrir que en este caso no había ningún asesino. Como si eso no hiciera menos trágico lo que le ocurrió a Elisa. Quizá la verdad era lo que menos clicks daba a sus páginas. Bastaba con escuchar a la familia para saber lo que en realidad había tras el caso, en lugar de dedicarse a buscar extrañas coincidencias.

Para aquellos interesados en lo que plantea la serie, hay otros dos documentales más en Netflix que están muy relacionados con éste. Las tesis de Desaparición en el Hotel Cecil son muy parecidas a las que hace año planteaba A los gatos ni tocarlos. El internauta más veterano sabe que no hay ser más abyecto para las redes sociales que el maltratador de animales. La aparición en Internet de un vídeo en el que aparece el brutal y cruel asesinato de unos gatitos moviliza a la comunidad internauta. Ciudadanos que buscan Justicia y tratan de analizar las repugnantes imágenes en busca de pistas que les permitan dar con el asesino. Lo que no saben es que, con su investigación, van siguiendo las migajas que el criminal les ha ido dejando para que lleguen hasta él. A cada una de sus animaladas, la indignación ciudadana va creciendo. Son más lo que están buscándole, sin saber que precisamente están dando a su objetivo la notoriedad que busca. Es el momento de dar el salto para dejar de matar gatitos y empezar a hacerlo con personas reales. El asesino ha conseguido el gran público que buscaba para seguir interpretando su particular y macabra película. Le han dado lo que quería y posiblemente si sus captores no le hubieran dado la fama que buscaba, a lo mejor sus planes para asesinar se hubieran quedado en una mera fantasía y su víctima seguiría viva.

La tercera serie documental de Netflix relacionada con el tema es The Night Stalke: A la caza de un asesino en serie, aunque está por debajo de las dos anteriores. Trata de la investigación de los crímenes de uno de los ilustres huéspedes del hotel Cecil, Edgar Ramírez. Aunque, eso sí, el hotel ni aparece. El acosador nocturno fue un asesino en serie que durante los años 80 mantuvo en vilo a la ciudad de Los Ángeles. Se metía en las casas de sus víctimas y las mataba a tiros. No había ningún patrón lógico en sus objetivos. Daba igual la raza o la edad, A algunas de ellas las violaba, a otras no. Tampoco era necesario que estuvieran solas para recibir su visita. Si su marido estaba con ellas, tenía todas las papeletas para ser asesinado también. Las principales fuentes del documental son las entrevistas a los dos policías que llevaron la investigación. Casi parecen una pareja salida de esas películas de polis colegas de los 80: el veterano investigador y el chico nuevo de origen mexicano que llegaba a Homicidios y al que nadie hacía caso, pero con ideas bastante claras sobre cómo dar caza al asesino. El documental nos muestra cómo los investigadores llegaron a unir las piezas del rompecabezas que formaban crímenes diferentes y sin ninguna conexión aparente entre sí. El pánico se desató en el país cuando se reveló que esas muertes fueron causadas por la misma persona. Se inicio una carrera contrarreloj para identificar al asesino en el que cada día sin resultados podía significar otra muerte más. Quizá se echa un poco en falta profundizar un poco más en las motivaciones de Ramírez y la narración resulta un tanto plana.