Desde que la bodega Casa Los Frailes emprendiera la reestructuración de parte de su viñedo en la década de los 90, Miguel Velázquez y su hermana Mª José, actuales responsables de la empresa familiar, no han dejado de orientar sus pasos hacia una viticultura razonada y sostenible. Pasaron de producción integrada a cultivo ecológico y en los últimos tiempos se han planteado el reto de una «transformación espiritual» hacia prácticas de agricultura biodinámica. Trabajan el viñedo con una cubierta vegetal específica, poco habitual en un clima cálido con moderada pluviometría. Pero aun así, los expertos inciden en sus beneficios para la mejora de la estructura del suelo, de la capacidad de infiltración, favorece la reducción de la erosión, mejora la actividad biológica, activa el ciclo natural de nutrientes, se incrementa la micro fauna que puede ayudar a combatir plagas y ayuda a sensibilizar al viticultor hacia un cambio de mentalidad. La Casa Los Frailes es un antiguo pago vitícola que pertenece desde 1771 a la familia Velázquez, ubicado en el término de Fontanars dels Alforins, en la subzona Clariano de la DOP Valencia. Cada año consiguen mejores uvas gracias a la experiencia que adquirieren con el trabajo en el campo, no es de extrañar que los vinos que elaboran sean cada vez más elegantes. En la confección de algunos vinos de Casa Los Frailes cuentan con la colaboración del enólogo Dominique Roujou de Boubée, como es el caso del Blanc de Trilogía, en el que se nota su formación bordelesa. El de 2015 se encuentra en un momento óptimo de consumo. Está elaborado con Sauvignon Blanc (60%) que despliega su aroma fragante y su fresca estructura, Muscat (Moscatel de Grano Menudo, 20%) le da el cuerpo necesario sin que sobresalga del coupage; y la autóctona Verdil aporta su espíritu de fresca acidez. Este vino blanco de color dorado es aromático, con recuerdos a fruta tropical (maracuyá y piña), es rico en aromas delicados, como los de piel de albaricoque, que fueron extraídos durante la maceración de las uvas a baja temperatura. Realizó la última fase de su fermentación en barricas de roble francés, que equilibra su excelente acidez y añade complejidad, con ese fondo que evoca las galletas de mantequilla. En el paladar es sedoso, seco, fresco y largo, con gran sensación frutal. Hace un par de días, Sebastián Romero, cocinero y propietario del restaurante La Sequieta, en Alaquàs, impartió un taller sobre frutas exóticas dirigido a un grupo de sumilleres, y montó un plato de carpaccio de champiñones con maracuyá, de aroma intenso; pitahaya, de sutil sensación terrosa; ácida carambola; con vinagreta de mostaza y aceite aromatizado con trufas negras, que acompañamos con el Blanc de Trilogía. Un disfrute para los sentidos.