Londres está repleto en estos momentos de atletas pero también alberga londinenses que han vivido el proceso de transformación económico, político y social más importante de su historia con la llegada de los Juegos Olímpicos. Es lo que le sucede a cualquier urbe cuando se le encomienda la organización de la cita deportiva. La gran mayoría de los ciudadanos ven positiva la idea de celebrar un acontecimiento deportivo de grandes dimensiones, pero a la vez comparten el sentimiento de que el desesembolso económico que ha supuesto es excesivo.

Los hay que lo consideran un gasto innecesario y a la vez una inversión que van a arrastrar en las próximas décadas. Pero como en todo, hay diversidad de opiniones. Los hay que consideran este evento un escaparate mundial y otros a los que les agobia la llegada masiva de turistas. « Contamos con la mejor seguridad del mundo pero lo único que me preocupa es que se lleguen a colapsar los medios de transporte», aseguraba un exmilitar. El sector de la hostelería, pese a que veía positivo para la ciudad la celebración de los JJ OO no ha visto incrementadas tanto como esperaba.

Y es que la vorágine de los Juegos Olímpicos se palpa en el Este de Londres, donde se sitúa el parque olímpico, pero en el centro de la capital británica las calles están más vacías de lo esperado. Y sorprende que en esta época la ciudad recibía habitualmente 300.000 extranjeros diariamente, cantidad que se ha visto reducida. Un revés del impacto económico. Pero lo que no cabe duda es que la cita olímpica marcará para siempre a la ciudad, como a todas sus antecesoras. En lo bueno y en lo malo.