Europa acaba de propinar un varapalo al urbanismo valenciano, desarrollado bajo la ley reguladora de la actividad urbanística (LRAU), concebida por los socialistas y ejecutada por el PP. De «malvada y abusiva» se la ha tildado, entre otros calificativos, para coronar la descarga enfatizando que se ha aplicado con «métodos leoninos de expropiación». La eurodiputada Janelly Fourtou, que firma el texto crítico, felicita al Consell por promulgar otra ley, la LUV, sustitutiva de la demonizada LRAU. Como Europa felicita al Consell, el conseller Blasco no ha tardado en felicitarse a sí mismo, y con razón, porque la Fourtou le ha brindado gran parte del argumentario que necesitaba para apuntalar convicciones y tacticismos. Ahora bien, sobre esa ley que denuncia Bruselas se ha administrado el PP durante sus años de gobierno sin mayor azoramiento, si bien es cierto que Blasco no había recalado todavía en la parcela urbanística, lo que obra en su favor. Sin embargo, el humeante informe europeo no entra a valorar una de las vértebras más discutidas de la política de la conselleria de Territorio, por concepto y práctica. Me refiero a las actuaciones del polémico Instituto Valenciano de la Vivienda (Ivvsa), que genera gran controversia entre empresarios y no pocos agentes sociales, además de objetarse su génesis y función. Sobre ese punto, el esperado informe se ausenta, lo que no sólo constituye un déficit colosal, sino también una pena. Porque el debate está sobre la mesa y Europa no lo trata ni de forma tangencial. El Ivvsa, por su propia naturaleza, es un departamento estrictamente social, que ha de basarse en el interés público y su destino estricto es el de corregir las desigualdades de acceso a la vivienda. Desviado de su condición, distorsiona el mercado, pues actúa como un agente más y bajo las reglas empresariales al uso. Las sospechas de competencia desleal, por tanto, nutren buena parte de las admoniciones que pesan sobre ese organismo. ¿O el PP no se sujeta sobre los principios liberales? Me temo que la tal Fortou no se ha enterado de nada y el informe que nos entrega sólo consagra una vulgaridad: todo lo que dice ya lo sabíamos.