La cita es hoy a las 7 de la tarde, cerca del atardecer cuando la nueva Valencia que emerge en torno a la Ciudad de las Artes y las Ciencias atrape los últimos haces de luz solar. En esos momentos, las 1.800 personas que llenen la sala principal del Palau de les Arts oirán a un mito de la música, el francoamericano Lorin Maazel, marcar los compases de la marcha de Granaderos, el himno nacional en honor a la Reina Sofía, melómana impenitente y a quien la Generalitat ha dedicado el coloso arquitectónico centrado en la música. Tras el himno, se desarrollará un amplio programa lírico y el Palau, finalmente, habrá quedado bautizado.

El programa de las inauguraciones seguirá el domingo 9 con otro concierto abierto al público mientras Zubin Mehta tiene previsto aterrizar en el Palau con la 9ª de Beethoven y la orquesta de Israel el 24 y el 25. Después, el edificio cerrará sus puertas para darse un respiro y ordenar el acabado de todas las complejas instalaciones que dan vida al Palau así como para formalizar la creación de una orquesta, entrenar a todo su personal y, lo que es más importante, desarrollar un amplio programa de actividades que den vida al nuevo complejo musical, dado que el edificio, con cuatro salas de conciertos y numerosos espacios polivalentes, se ha concebido como algo mucho más amplio que un simple por más que grandioso escenario operístico.

Ese es el enorme reto del Palau de les Arts, hacer rentable socialmente la enorme inversión en cultura que ha hecho la Generalitat en unos tiempos de crisis para las finanzas autonómicas. La apuesta es mareante por los millones de euros que ha necesitado y por lo imponente de la construcción. Aprovecharla para hacer de Valencia una ciudad de prestigio, más culta y con más autoestima, es la responsabilidad que pesa sobre los gestores públicos. Y no va a ser fácil, porque aunque ahora es el momento de cerrar filas en torno a Valencia, el desafío no deja de crear controversia ni debe ser recibido con fervor acrítico. Al fin y al cabo eso es lo característico de una sociedad moderna, su capacidad de abrir debates: para ello se invierte en cultura.