A finales del XX hubo un pacto entre andaluces, catalanes, madrileños y vascos que dejó fuera a la federación socialista valenciana, la segunda en importancia de España. Durante los primeros años del Gobierno de Felipe González la ausencia de valencianos en el poder fue patente. Ahora mismo, con los socialistas mandando en Madrid y en un momento de crisis industrial, el ministro del ramo, José Montilla, no ha viajado a esta periferia, ni siquiera los problemas específicos de las microempresas valencianas han sido considerados en los planes del ministerio. No lo digo yo, que ni entro ni salgo. Lo sostiene el catedrático Jordi Palafox (a Miquel Alberola), que anda colgado del consejo de administración de Bancaja por la rama socialista -no recuerdo ahora en qué variedad- desde que la Mirinda desapareció, más o menos. Con lo cual la opinión cobra un valor significativo. En el parchís democrático socialista y ámbitos afines la crítica se ejerce sin importar la munición que se le cede al adversario. Como ha de ser, por otra parte. Incluso, en ocasiones, la peripecia alcanza los límites de un alegre y divertido masoquismo. (Recuerdo ahora que Ricard Pérez Casado también propinó una cornada a la femoral de las teorías y prácticas orgánicas de su partido a cuenta del insoportable solar de los Jesuitas y la cosa fue aceptada con la antigua complicidad de los compañeros de viaje. Que se sepa.)

Me lo guiso y me lo como. Pues lo ha dicho la consellera de Turismo, Milagrosa Martínez. Este fin de semana, a cuenta de la inauguración del Palau de les Arts, los hoteles estaban a rebosar. El sábado, un 82%; el viernes, un 75%. La consellera se felicita por la amplia ocupación. ¿Pero los vips foráneos -y señoras- invitados a la apertura del Palau se pagaron el hotel, o costeó los gastos de las habitaciones la Generalitat? Porque entonces el planteamiento de Martínez tiene trampa. Yo me lo guiso y yo me lo como. Oiga, que en esa sala del Palau donde alzó la batuta Maazel caben 1.800 personas...