Opinión

ANDRÉS PIQUERAS Y ANTONIO ARNAU

La destrucción de Líbano y Palestina

Israel es un Estado que ha hecho de la guerra su razón de existir. Es por eso que no necesita declararla para arrasar o invadir un país como Líbano, por ejemplo. Un país que empezaba a salir de su largo descuartizamiento y comenzaba también a erigirse en un preocupante competidor económico en algunos renglones en los que se había especializado Israel. Hasta hoy.

Israel y la comunidad judía internacional son uno de los lobbies de presión más poderosos que existen en el mundo, cuentan con el apoyo del megaimperio mediático de Rupert Murdoch (jefe de Aznar), controlando una parte significativa de los medios de difusión mundiales. Sólo así se explica que el lento pero constante genocidio del pueblo palestino, tanto como el arrasamiento del Líbano al margen de cualquier legalidad internacional ni derecho humanitario, sea presentado por lo general en los mass media como un «conflicto» entre dos partes con igual responsabilidad. Y, también, que un hecho de la trascendencia del Documento de la Coincidencia Nacional de los Prisioneros, propuesta de los detenidos de las cinco organizaciones de la resistencia, incluida Hamas, que venía a reconocer de hecho a Israel en sus fronteras del 67, e iba a ser sometido a referéndum popular el 26 de julio, invalidando así la principal excusa de Israel ante la opinión pública occidental, la defensa «también» de su derecho a la existencia.

Nuestro PP, que tanta prisa se da en rechazar las negociaciones de paz en curso en Euskal Herria, parece absolutamente insensible a la muerte, sufrimiento y expatriación forzosa de centenares de millares de seres humanos en el Líbano, ya no sólo negándose a condenar a Israel por ello, sino ni siquiera a exigir un alto el fuego. Servil siempre con los poderosos hasta la inhumanidad, pierde cada vez más legitimidad, si es que alguna vez la tuvo, para tratar a otros de «cómplices de criminales». Pues por seguir hablando de crímenes, ni tan sólo ha sido capaz de tener el suficiente disimulo democrático de condenar el franquismo, ni aquí ni en Europa.

Volviendo a Israel, éste es un Estado que no se dio a sí mismo constitución (con lo que tampoco ha tenido límites internos), y que en correspondencia se declara irresponsable. Según una ley de 2005, el Estado de Israel «no es responsable por los daños causados a cualquier ciudadano de un Estado enemigo? o a cualquiera que haya sido dañado durante una misión?». ¿Por qué Israel tiene esta patente de corso para hacer lo que quiera? Por muchísimo menos a otros países se les ha aplicado sanciones durísimas, atroces embargos o incluso se les ha invadido.

Quizás por ello nunca le basta. Hace unos días Slomo Bem Ami, ex ministro de la Gobernación israelí y ex embajador en España, que fue invitado especial de los últimos Premios de Octubre de la Acció Cultural del PV como supuesta paloma de la concordia, ha dicho que los auténticos objetivos de Israel son Siria e Irán. Y es cierto; debe tomarse en serio, Israel constituye una auténtica amenaza atómica en todo Asia occidental.

Hace tiempo que de la mano de EE UU planea convertirse en la única potencia de esa vasta área. Por eso, hoy nos enfrentamos al peligro real de que ambos consideren que ésta es la excusa esperada para desembarazarse de una vez por todas de Siria, como enemigo que queda en la retaguardia de la larga marcha de EE UU hacia el este de Asia, allá donde está China con la mayor reserva de sobrevalorados dólares.

La Unión Europea tiene Acuerdo de Asociación Preferente con Israel (denunciado por el Parlamento Europeo a instancias de la red de solidaridad con Palestina de Valencia, por el incumplimiento de la cláusula de Derechos Humanos que lo condiciona a su respeto por ambas partes), que le otorga ventajas comerciales y aduaneras. A este respecto, también resulta denunciable la fundada sospecha (pregunta parlamentaria por medio) de que el Estado español, que es ya el cuarto país del mundo que más invierte en armamento (mientras se descuelga en lo que toca a inversión en ciencia, tecnología civil, educación o productividad, del resto de la UE), está vendiendo armas (¿asturianas?) a Israel.

Si ese acuerdo no se suspende y se cesa de vender armas a un Estado que incumple sistemáticamente la legalidad internacional, si no se le sanciona y presiona para que acepte de una vez la interposición de la ONU primero que todo en Palestina, la responsabilidad de los gobiernos europeos en lo que pase en toda Asia, incluida la definitiva destrucción del Líbano, será inexcusable. Su credibilidad para imponer luego sanciones a otros, bombardear o invadir países al estilo Solana de seguridad preventiva, quedará todavía más en entredicho.

Como escribimos colectivamente hace algún tiempo al señor Moratinos, la utilización excesiva e indiscriminada de fuerza letal por el ejército israelí y su maquinaria militar es una violación de la ley humanitaria internacional y constituye un crimen de guerra. Ante ello, todos los gobiernos democráticos defensores de la legalidad internacional y a los derechos humanos, deben condenar los crímenes y, también, tomar medidas de presión y sanciones económicas.

* Profesor de Sociología (Universidad de Castelló).

** Área de Pau i Solidaritat d´EUPV.

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