Hay personas que viven cosidas al recuerdo de nuestra profesión a lo largo de los años; con el paso del tiempo algunas de esas personas nos regalan -aun sin saberlo- momentos de gratitud con los que salpicamos nuestra tarea diaria para poder digerirla sin demasiados aspavientos.

Pepa Benavent, jefa de protocolo del Ayuntamiento de Valencia hasta hace apenas unos días, es una de esas personas. Cada vez que un premio ha evidenciado su importante carrera profesional me he reconciliado con el presente que vive esta profesión. Y confieso que no era tarea fácil porque durante mucho tiempo he contemplado diariamente una realidad laboral que algunas voces y demasiados gestos se han empeñado en taladrar y manipular a golpe de vulgaridad y de mucha soberbia.

Mi gratitud me anima a significar en Pepa -buena amiga y maestra- a los profesionales de protocolo, mujeres y hombres con amplia experiencia en su labor, responsables y eficaces servidores públicos, que merecen, sin otra condición que no sea su trabajo honrado y efectivo, el reconocimiento sincero de la sociedad para la que trabajan.

Cuando una mujer exquisitamente humana y brillante en su competencia como Pepa Benavent cierra su etapa como funcionaria de la administración pública, quienes hemos tenido la suerte de coincidir con ella en el desarrollo de nuestras labores desde hace más de 20 años, nos felicitamos por haber compartido con ella un extraordinario respeto por nuestras instituciones, la admiración por el trabajo bien hecho, y el empeño por lograr el reconocimiento de una profesión que debe mantenerse necesariamente a flote de los vaivenes partidistas o personalistas en los que en ocasiones está sumergida; y que de este modo la alejan del carácter técnico y riguroso que merece.

Aunque la memoria -tozuda y doliente- nos recomiende conservar los gestos y las voces de quienes han intentado socavar la labor y el prestigio de un puñado de estupendos profesionales, el reconocimiento público y merecido de una persona extraordinaria como ella es justo celebrarlo porque nos procura una bocanada de aire limpio que alivia nuestro ánimo en un ámbito de trabajo en el que se respira con cierta dificultad. Gracias, Pepa.

*Técnico en Protocolo y Comunicación.