Hoy, 4 de noviembre, vencen treinta años de la inhumación de Julio Just Gimeno en Port-Vendres, muy cerca de España (aunque había expirado en París), bajo tierra francesa y otra traída de Alboraia y l´Albufera. Su hija Alegría ha venido desde Francia, a intervenir en la memoración del 70.º aniversario de Valencia, Capital de la República. Junto al mar de la Safor, terruño materno, repasamos la historia escondida, traicionada. Me pide escribir de su padre, aquel ingeniero y diputado azañista en las tres legislaturas de la II República, que venía del blasquismo y había nacido en la calle Bailén de Valencia, en 1894. Director general de Obras Hidráulicas, ministro de Obras Públicas con Caballero en la guerra incivil, después otras carteras del Gobierno en el exilio. Impulsor del pantano de Alarcón y el de Forata, de la regulación del devastador Xúquer, de la defensa de la Albufera, de comunicación rápida por carretera entre Madrid y Barcelona, y de mil caminos para unir pueblos aislados. Cientos de localidades valencianas pusieron calles a su nombre, y fuentes, y escuelas, todo pisoteado por el franquismo, injuria histórica y moral que llega hasta hoy, en una reconciliación del embudo con guetos de victoria de media España sobre otra media, y Franco cabalgando en plaza de Tetuán, mas ninguna calle para el valenciano, honrado y católico Vicente Rojo Lluch. Apenas ha recuperado Just una escuela en Yátova, una calle en Alboraia. ¿Y cuántos saben que construyó refugios contra la aviación rebelde que masacraba valencianos, o que en su despacho de París tuvo perenne sobre su mesa un cofrecito con tierra española?

¿Quién conoce que de México se volvió a Francia por dedicar su vida a los españoles de infortunio y exilio en ésta, logrando del Gobierno galo, contra las presiones de los embajadores de Franco, mantener el Centro de Refugiados Políticos de París? O que escribió al presidente De Gaulle, el 22 de julio de 1969: «No hay más soberano que el pueblo español, que un día dirá lo que piensa y finalmente decidirá.» O se dirigió tantas veces a los prefectos de policía por un compatriota desconocido y sin recursos. Just depositaba flores los 14 de julio, fiesta nacional, en el monumento al Soldado Desconocido, Place de l´Étoile. Él, no el embajador del césar marroquí.

Julio Just, o la libertad por encima de todo. Y «una España mejor, sin españoles de segunda o tercera clase». Europeísta temprano, por una Federación de Europa. Condecorado con la Cruz del Mérito Civil de Francia por «les services exceptionels rendus à l´Humanité». Julio Just, que escribió el 17 de mayo de 1971: «Jamás volveré a España ni vivo ni muerto si no se ha restablecido la libertad. A mí no me amnistía un general faccioso autor de la carnicería que fue la guerra civil.»

*Junta directiva de Unidad Cívica por la República. Profesor de Derecho Constitucional, Universitat de València.