Las elecciones generales del pasado domingo suponían el hito que era necesario superar para poder otear con precisión la perspectiva política de futuro. Ahora sabemos que Mariano Rajoy, pese a haber conducido su partido a una histórica cosecha de votos, pese a haber aumentado en cinco los escaños obtenidos en 2004, no ha ganado las elecciones por la sencilla razón de que José Luis Rodríguez Zapatero consiguió más votos y más escaños. Son cosas de la política. Ya dijo Jorge Luis Borges que la democracia es un abuso de la estadística. Sin duda tenía razón, pero no se ha descubierto un mejor sistema de designar gobernantes que seguir abusando periódicamente de tan sufrida ciencia.

Así las cosas, el sucesor de José María Aznar se encuentra en una situación difícil por lo que a su futuro político se refiere. Contra los insistentes rumores de primera hora y los empujones de algunos medios de comunicación, Rajoy dijo ayer que aguanta y que se presentará a la reelección como presidente del partido en el congreso que se celebrará previsiblemente en junio y para el que su decidido partidario y triunfante barón Francisco Camps ofrece Valencia.

¿Es bueno que se quede? No lo sé. Diría que sí solo por llevar la contraria a los de los empujones, cuyo estomagante empecinamiento en batallas absurdas me repugna. Pero no estoy muy seguro de que sea lo que conviene al principal partido de la oposición ni tampoco a su líder desde un punto de vista personal.

A quien sí interesa la continuidad, sin duda alguna, es al barón Camps y su cohorte (Esteban González Pons, Juan Costa, etcétera), ya que pretende contribuir con sus recursos humanos a renovar la cúpula del partido. Por lo pronto, Rajoy, por así decir, hace caso a Camps, lo cual puede que no sea bueno para el propio Rajoy, pero sí lo será para Camps y sus amigos. Además, tengo para mí que la única posibilidad de que el actual líder del PP continúe siéndolo es que destierre de la primera línea del partido a los protagonistas de la Noche de las Corbatas Negras en 2004 (Eduardo Zaplana y Ángel Acebes), y en ello sin duda contará con la colaboración del presidente valenciano, enemigo íntimo del primero. Así pues, seguirá Rajoy (no sabemos por cuánto tiempo), se renovarán las caras y se pasará definitivamente página de unos lamentables hechos que han estado marcando la vida del PP durante estos cuatro años.

Pero mientras el presidente popular parece que se dedica a cambiarlo todo para que nada cambie, el supuesto aspirante a la secretaría general del PSPV-PSOE y ex ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, ha decidido hacer mutis por el foro prudentemente y anunciar que no dará esa batalla.

Muchas eran las circunstancias que se habían ido poniendo en contra del diputado socialista por Castelló. La primera, una excesiva precipitación, motivada por unas declaraciones del presidente Rodríguez Zapatero, en anunciar su candidatura. La segunda, la atribución que en amplios sectores del partido se hizo a su entorno -y que él siempre negó- de estar detrás del llamado magnicidio de Ignasi Pla. Otra y muy importante, la batalla que el candidato lermista Joaquim Puig y sus amigos han dado contra él.

«No mandé mis naves a luchar contra los elementos», dicen que dijo Felipe II en agosto de 1588, al tener noticia de la derrota de la Armada Invencible. Sevilla no habla exactamente de elementos, pero dice en su blog algo parecido: «Reconozco que no he sido capaz de mover las oxidadas palancas internas del cambio en el partido».

Felipe II no reconstruyó la Armada Invencible, pero alguien en el PSPV tendrá que armarse de alcuza y emplearse a fondo con las palancas.