El día 22 de julio de 2009 por fin asistimos a una ceremonia de jura «multitudinaria« de fiscales, nada menos que 24 para nuestra comunidad autónoma. Que sean tantos es, obviamente, una buena noticia, pero no da sino una idea de lo necesitados que andábamos hasta ahora. Pero no es de las plazas de lo que quisiera hablar, sino de las personas que se incorporan a esas plazas, de esos veinticuatro valientes que han decidido que ésta y no otra sea su profesión.

Y los llamo valientes porque eso es lo que son al incorporarse a esta carrera, que tantas veces se convierte en una carrera de obstáculos. Valientes, porque no han desfallecido a incontables horas de esfuerzo para conseguir acceder a esta profesión, tan vocacional pero tan ingrata en ocasiones, porque han sacrificado gran parte de su juventud en lograr este objetivo. Valientes, porque la han elegido en detrimento de otras posibilidades económicamente más sustanciosas, y profesional y socialmente, más confortables e incluso mejor consideradas. Valientes, porque han hecho caso omiso de la espada de Damocles que en muchos casos pende sobre nosotros, sempiternamente expuestos a una opinión pública que no es siempre tan justa como en justicia cabría esperar. Valientes, porque han optado por asumir destinos en esta Comunidad, no siempre cómodos, sin miedo a la cantidad de trabajo y de responsabilidad que en breve les caerá encima pese a su inexperiencia.

Y, sobre todo, valientes, porque han asumido una profesión no todo lo social ni profesionalmente considerada como debiera. Han escogido ser fiscales, sí, cuando pudieran haber escogido ser jueces, opción para muchos incomprensible. Han prescindido de caer en la tentación de lo que podría denominarse el síndrome de la panadería, que no quiere decir, ni más ni menos, que sus respectivas familias presumirían mucho más de tener un hijo, padre, pareja o hermano juez, que otro tanto si fuera fiscal, sobre todo cuando se comenta con las vecinas a la hora de comprar el pan. La gente ignora que en este caso, pareja es la responsabilidad y dispareja la consideración, y que este estigma les acompañará de por vida. Pero ellos sí lo sabían y, aún así, se han decidido a engrosar nuestras filas.

Enhorabuena, valientes. Ingresáis en un mundo apasionante del que ya habéis vislumbrado buena parte en vuestras prácticas. También vosotros habéis dejado vislumbrar una profesionalidad y un buen hacer del que bien necesitado está nuestro mundo. Os recibimos con los brazos abiertos. Enhorabuena a vosotros y a los que ya estábamos aquí porque nos habéis elegido como compañeros de viaje. Seguro que nunca os arrepentís del momento en que tomasteis esta decisión, quizá, la más importante de vuestra vida.

Bienvenidos a la jungla. Os espera un mundo lleno de retos apasionantes que afrontar, pero también sembrado de obstáculos, de malos tragos y de dificultades. Os conozco y sé que podéis con ello, y con mucho más. Pero lo que desde aquí os pido es que nunca, nunca, perdáis la ilusión con la que habéis llegado, y que sepáis transmitirla a los que os sigan. Estoy segura de que así será, porque gracias a vosotros muchos nos hemos encontrado con aquel estudiante entusiasmado que un día fuimos.

Vuestra es la fortuna de poder realizar un maravilloso trabajo, pero mayor es la suerte que tiene la justicia valenciana de que, a partir de ahora, forméis parte de ella. Seguro que todos y cada uno de vosotros sabréis estar a la altura, no tengo ninguna duda de ello. Y, como decía una famosa serie de televisión, «tened cuidado ahí fuera». La justicia de la Comunitat Valenciana os espera ansiosa.

Fiscal