Opinión
Crisis de valores y Frankenstein
Manuel Jesús Dolz Lago
El curso de verano de la Universidad de Almería de este año celebrado en la siempre acogedora población de Purchena tenía como lema «Cambio de valores sociales y su incidencia en los menores». Como en el año anterior, la organización del curso tuvo la amabilidad de invitarme a participar en el mismo. Por consejo de un primo hermano mío, Secretario del Ayuntamiento de Roquetas de Mar y poeta, ilustrada rara avis, Guillermo Lago Núñez, me encontraba en ese momento leyendo el libro de Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo, publicado en 1818 por la joven autora que sin apenas haber cumplido diecinueve años comenzó a escribir esta obra, la cual en su versión cinematográfica interpretada por Boris Karloff le dio gran popularidad.
Como ustedes saben, Frankenstein no era la criatura monstruosa sino su creador, si bien con el tiempo se conoce al monstruo por el nombre del creador ya que aquél en la novela carece de nombre alguno.
También recordarán que el monstruo no tuvo infancia ya que es engendrado adulto y, por ello, en un momento determinado dice, lamentándose ante su creador, que «Jamás padre alguno vigiló mis días de infancia, ni hubo madre que me bendijera con sus sonrisas y caricias», lo que denota lo trascendente que es la infancia en el desarrollo de la persona. Pero, con independencia de otras consideraciones que pueden extraerse de esta gran novela, al hilo de lo limitado entre los menores del valor o cultura de la paz, expuse en el curso la reflexión que hace el monstruo ante su creador cuando le relata cómo, al ser rechazado por los humanos a pesar de su buena disposición hacia ellos, se volvió violento y malo. Así, afirma: «Por todas partes veo felicidad de la que estoy excluido. Era bueno y la desgracia me hizo un malvado: hazme feliz y volverá a mi la virtud».
Los adultos continuamente nos quejamos del cambio de valores sociales entre los jóvenes, de la cultura de la violencia, de la conflictividad juvenil. Pero pocas veces sabemos cuales son las causas. Los valores sociales como los jurídicos, en esencia, la libertad, igualdad, justicia y pluralismo político (ex art. 1 Constitución española de 1978) no cambian sino que deben interpretarse conforme a la realidad social. Y esta realidad, ¿qué ofrece a los jóvenes para que estos se muestren violentos y no respeten esos valores?.
Sin duda, la respuesta es compleja, pero la sencillez de una joven de apenas diecinueve años, Mary Shelley, puso en boca de un monstruo una de las causas: la exclusión de la felicidad y con ello, en el caso de muchos menores infractores penales, la contemplación de una vergonzosa sociedad de consumo donde el becerro de oro es la única divinidad, en el marco de la existencia de paraísos artificiales que impiden su libre desarrollo de la personalidad.
¿Cual es la responsabilidad de Frankenstein ante su criatura y cual es nuestra responsabilidad ante nuestros menores y jóvenes? La respuesta, queridos lectores, ustedes mismos.
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