Sacar la lengua, como casi todas las acciones, gestos, o palabras, puede ser grosero, un desplante con matices infantiles, vulgares o provocadores. Pero también un gesto tierno, cómplice, cariñoso. Ayer, en el Congreso, y por partida doble, se inauguró el parvulario con el consiguiente tropel de chiquillos desatados que trataban de ver si Zapatero la tiene más larga que Rajoy y ambos más larga que nosotros. Baberos para todos, que nos espera un curso repleto de escupitajos y hábiles manipulaciones lingüísticas. Sin embargo, desde la noche del martes, y en La 1, Sacalalengua es otra cosa. Es uno de los programas más interesantes de la temporada que empieza.

María Maján decía al comienzo que en esa cita nocturna tratarían de hablar de cómo hablamos. Y de por qué algunos nombres, algunos apellidos, algunas rarezas. El programa es viajero.Empezó en Barcelona y acabó en Valderrubio, antigua Asquerosa, un pueblo granadino, pero pasó por Toledo, Coria del Río, Córdoba, Villanueva del Trabuco.

Antolín Romero nos contó que en Huertas del Rey el Pepe, Juan, Antonio, Paco o María son rarezas. Lo normal es llamarse, atención, Erótida, Plautila, Vilasio, Filogonio, Mamerto, Onesíforo, Burgundófora. Escuchando esos nombres, Cipriano me pereció hasta ordinario. Lidia Martín es la tercera reportera del programa, que indaga, con curioso afán divulgativo y de entretenimiento, los entresijos, los recovecos, las maravillas de una lengua viva que mantiene las influencias del pasado y adapta como puede las del presente. Si antes eran los árabes o romanos quienes nos dejaron un legado que aún escuchamos, ahora es la tele o las nuevas tecnologías las que incorporan novedades. Seguiremos aprendiendo.