Está en marcha un posible proyecto gubernamental para reescribir la mayoría de los cuentos infantiles y las novelas más famosas y leídas de la historia. A tal efecto, la ministra de Igualdad, Bibiana (o) Aido (a) ya ha hablado con varios «negros» (as) para encargarles, si el Decreto Ley de Revisión de los Cuentos y las Novelas es finalmente publicado en el BOE, los cambios pertinentes, en base a una normativa evacuada desde el ministerio del ramo. Aido, la de los «miembros» y «miembras», y ex responsable del Centro Andaluz de Flamenco, baraja también otra alternativa a la anterior, a saber, que la literalidad de los cuentos y las novelas se mantenga en su integridad, pero que se les entregue a los compradores y compradoras una guía crítica para atenuar los efectos nocivos de textos que son, palmariamente, sexistas, cuando no inyectan valores retrógrados: una mujer cocinando, Blancanieves acicalándose o La Bella Durmiente despertada por el beso del príncipe, un caso claro de acoso sexual, aprovechándose del sueño de la heroína. Estas dos opciones son las que, finalmente, van a prosperar. La ministra y su equipo asesor descartaron la solución más directa y menos costosa para los presupuestos: prohibir directamente alrededor de 3.234 cuentos y 2.456.789 novelas, como proponía el sector más ultraprogresista del Centro Andaluz de Flamenco.

No le faltan razones al ala más de izquierdas y feminista del ministerio Andaluz de Flamenco. No. Efectivamente, pues la complejidad de reescribir tanto material literario hubiera terminado, se dice, cuando el PP acababa de ganar las elecciones, partido que, a los quince días de formar gobierno, aboliría el Decreto Ley de Revisión de los Cuentos y las Novelas. Y todo el dinero gastado en «negros» y «negras», a la basura.

Sea como fuere, la ministra tiene en cartera también otros reajustes ideológicos, políticamente correctos, que conciernen a las novelas de Julio Verne y Emilio Salgari. En una época, eran las preferidas del público infantil y juvenil. Y es obvio que en ellas hay miradas xenófobas, contra los negros (los de verdad) y los piratas, cuando éstos últimos se ganaban la vida como piratas porque la burguesía los mataba de hambre antes de dedicarse a la rapiña.

¿Y Julio Verne? En su profusa y prolífica obra abundan las referencias despectivas a los nativos. Léase, verbigracia, Dos años de vacaciones, Cuatro semanas en globo o Un capitán de quince años. Todos los niños y jóvenes que las han leído, son xenófobos o están a punto de serlo. En una de ellas, salen unos antropófagos negros. ¿Y por qué no blancos? Las sociedades protectores de animales y plantas han recibido con alegría la ocurrencia de la ministra del Centro Andaluz de Flamenco. Desde hace más de veinte años venían reivindicando la figura del lobo de Caperucita, a su juicio —les damos la razón— injustamente vilipendiado por, sencillamente, dejarse conducir por sus instintos depredadores.

Al efecto, durante la segunda legislatura del PSOE, le remitieron un documentado dossier al Defensor del Pueblo y Los Lobos, con una referencia explícita al Lobo de Caperucita. Entre los 258 folios, más de la mitad ponían como ejemplo políticamente correcto los capítulos televisivos de Félix Rodríguez de la Fuente, en los que el lobo ostenta la consideración de usía de la Naturaleza.

La sensibilidad de la señora Bibiana está igualmente herida por los enanos de Blancanieves. Y planifica llegar a un consenso con los propietarios de los derechos de autor del cuento (si los hay), con la finalidad de que, al menos, se modifique el título original por éste: Blanca Nieves y los Siete Varones con Estatura Disminuida. También sueña con ponerle unas orejas de tamaño normal al elefantito Dumbo, para que nadie se mofe de él. Vemos, pues, que el Ministerio de Igualdad no cesa en su anhelo de construir una sociedad de izquierdas, justa e igualitaria